La Bella Durmiente a los pies del Empire State

Por Camila Ayala Espinosa

Su desnudo y fino pie se encuentra sobre el muy destrozado auto. Como resultado se ha provocado una catarsis visual, sin embargo, la sensualidad no se ha perdido, puesto que se mantiene triunfante el erotismo. Los labios carnosos además de sedosos de la joven, junto con sus contorneadas piernas y exquisita cadera, invitan a que se le acaricie con la mirada.

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De repente, un devenir de connotaciones históricas de la praxis de historicidad gritan. Su fin es que se tenga una mayor noción, un profundo entendimiento del fenómeno suicidio.

Fue con el gran héroe Áyax; en el escenario de la antigua guerra de Troya que la reivindicación, el honor, el perdón y la fama fueron los elementos protagonistas que se unieron a la concepción de esta forma de extinguir la vida.

Es a partir de este evento-en donde el héroe helénico se dio muerte atravesando su cuerpo con una lanza-que el mundo Occidental formularía que el deceso, bajo mano propia, es sinónimo de inmortalidad y de redención.

Otra evocación seria con la reina Cleopatra. Ella también es recordada por su trágico fin. La crisis de estado de derecho en Egipto que la soberana mantuvo es olvidada ante el cómo se quitó la vida: una serpiente le dio una mordedura fatal.

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Quien yace sobre el automóvil es Evelyn Mchale.

Evelyn Mchale es la bella durmiente. Signo de ello es su falda y saco color vino, las cuales son las vestimentas ideales que una princesa debe llevar para la ocasión, inclusive, como toda mujer de alta alcurnia, porta guantes para proteger sus suaves manos del infortunio urbano. Además, su muy bello rostro refleja serenidad, tranquilidad. Parecería que ella sabe que la agonía de un futuro ha sido sesgado por su decisión.

Por si fuera poco, el maquillaje que tiene no ha sido alterado en lo más mínimo. Su rímel y labial están intactos, sin correrse, a pesar de que hace unos momentos se enfrentó a los helados y fuertes brazos de las corrientes de aires. La punta del rascacielos Empire State, icono cinematográfico[1] de New York antes de la llegada de las ya inexistentes Torres Gemelas, fue la rama desde donde Evelyn se aventó y cayó al vacío.

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“Las heridas que no se ven son las que más duelen”. Aquella frase se encuentra dentro de un texto del magnífico dramaturgo inglés William Shakespeare y que acontece a lo que la joven suicida de New York poseía. El amor como detonador de esta historia.

En escorzo, la obra de Romeo y Julieta (1597), tiene como eje este sentimiento que a la vez provocó el final de la trama, un sublime e inolvidable suicidio.

El cuerpo de la joven Evelyn oculta un secreto, su nota de despedida. En ella está el temor al amor. En el papel declara que su novio le pidió matrimonio en junio pero ella teme no llegar a ser una buena esposa.

Entonces, ¿aquella situación es la que provocó que esta joven de dorados cabellos se haya quitado la vida? ¿O puede que haya cometido un acto contrario a sus ideales, a sus sentimientos?

Quizás simplemente era víctima de una fuerte depresión y por ello encontró su fin sobre una limosina de la Organización de las Naciones Unidas. Como sea, esta mujer norteamericana, Evelyn Mchale, hizo eco a la fórmula matemática y social del suicidio, la cual es triste: entre más aparatoso sea quitarse la vida más te recordaran. Tal vez por ello parece tan feliz y tranquila en la fotografía.

[1] Las escenas finales de los films King Kong (1933, 1976, 2005) y James y el melocotón gigante (1996) tienen lugar en la magna estructura.

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