Dignifican el trabajo del chinampero, sus técnicas tradicionales de cultivo sin agroquímicos, y buscan la venta directa al consumidor.
Por Aida Maltrana.
Cada domingo por la mañana, hombres y mujeres jóvenes, organizados ya sea de manera familiar o en cooperativas alistan “El mercado de las cosas verdes, Tianquiskilitl,”, un tianguis de pequeños productores, en el camellón central del estacionamiento de la Pista Olímpica de Remo y Canotaje “Virgilio Uribe”, al sur de la Ciudad de México.
A la vista se colocan en círculo los diferentes puestos con canastas llenas de variantes de hortalizas recién cosechadas, nopales, así como quesos semi duros y suaves, de romero o enchilados; salsas, especias; huevos de gallina de rancho; panes, dulces de amaranto; semillas, y postres como tapioca, chongos y flanes elaborados de manera artesanal con derivados de leche de cabra y de vaca. En otro espacio, y finamente envueltos, también se disponen artículos de tocador como jabones y esencias creados con ingredientes naturales. A la llegada, si usted no cuenta con una bolsa para cargar con la compra, puede adquirir una de papel, ya que detrás de esta iniciativa, los pequeños productores de “Tianquiskilitl” integrada por catorce proyectos de producción y transformación del suelo de conservación de la zona lacustre de Xochimilco, buscan crear conciencia en el consumidor acerca de su importancia agrícola, ambiental, y cultural, más allá del turismo comercial de las trajineras, que ha tenido un impacto nocivo en sus antiguos canales, sin dejar de mencionar el acelerado crecimiento de la mancha urbana a su alrededor.
Con esta iniciativa, los pequeños productores organizados venden de manera directa sus productos, evitando así el intermediarismo; y primordialmente buscan dignificar y visibilizar ante los consumidores el valor del trabajo del chinampero, la calidad de las técnicas tradicionales de los cultivos transmitidas por generaciones; y la importancia del cuidado de los animales de granja a través de una cadena de procesos libres de agroquímicos y que contribuyen a una economía sustentable para beneficio de sus familias.
Rosalba del Valle, integrante del colectivo y de la Cooperativa Olintlalli, comenta que en “el mercado de las cosas verdes” el consumidor puede conocer los lugares de donde vienen los productos. Buscan “la cercanía entre productor y consumidor” por lo que ofrecen recorridos a las unidades de producción ubicadas al centro de la zona lacustre, para que quien compre los productos “tenga certeza de su calidad”. Rosalba nos comparte que debido a la dedicación a sus proyectos productivos de hortalizas, son asesorados por el Laboratorio de Restauración Ecológica del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México, por lo que cuentan con “chinampas refugio”, un modelo de conservación que favorece la restauración ecológica y que consiste en integrar biofiltros para mejorar la calidad del agua. Estos filtros que se cierran de manera natural con plantas acuáticas de la región permiten que el agua que llega de los canales, al introducirse por esas capas de flora se purifique, mecanismo que a su vez, crea un ecosistema propicio para la reproducción del ajolote y otras especies más.
Carlos Uriel Sumano Arias, colaborador en el laboratorio universitario destacó en conversación para Reversos, que esta institución surgió desde hace doce años con la idea de restaurar cuerpos de agua. “Xochimilco resultó fundamental por su valor milenario, y porque la UNESCO lo declaró en 1987, Patrimonio Mundial de la Humanidad, por su sistema agrícola de la chinampa, -único en el mundo- y por ser un ecosistema muy diverso”. Para Carlos Uriel, “gracias a la fusión del conocimiento científico de la academia, y el conocimiento cultural de los mismos productores de la región lograron mejorar la calidad del agua, con lo que buscan desechar la visión generalizada de que los cultivos en las chinampas no son sanos”. Para el experto, “la diversidad biológica de los canales que consiste en microorganismos del agua, vegetación, ajolotes, ranas, peces en riesgo de extinción, se ha podido recuperar a través del trabajo colaborativo y donde la participación de la comunidad ha sido fundamental”. El mercado “Tianquiskilitl” –nos comenta- “propicia que el consumidor se convierta en aliado del proceso, porque cuando conoce las historias detrás de los productos, adquiere conciencia acerca de la importancia que tiene la zona lacustre con un potencial productivo enorme, en términos ambientales, culturales y de sustentabilidad”.










La coordinación de las actividades de “El mercado de las cosas verdes” está a cargo de Irene Sofía Espinosa Bonifaz, gestora intercultural de profesión, quien se acercó al proyecto, porque cree que pueden integrarse la agroecología y la agricultura campesina como lo han hecho familias milenariamente. Considera la agroecología como “un movimiento social que propone otras formas de alimentarnos y de relacionarnos con el entorno”. Para Sofía así lo demuestra Chinampayolo, cooperativa agrícola de producción chinampera que está detrás de la iniciativa del tianguis.
Para la gestora, detrás del alimento “hay familias que están expuestas a la volatilidad de los mercados, al cambio climático, a programas de conservación alejados de las realidades de la zona; al turismo que está acabando con Xochimilco; al desinterés de la zona urbana por la rural”. Por ello, -agrega- “el consumo es el acto más político de todos” porque esa práctica que parece invisible, la llevamos a cabo tres, o más veces al día. “No hay conciencia en los consumidores de la diferencia entre una lechuga del supermercado y una lechuga sin agroquímicos o un queso, o el huevo que puedes comprar a mitad de precio”. Asimismo la Coordinadora concluye que “sin la zona de conservación, sin la zona rural, los modos de vida urbanos serían insostenibles”.
Una de las historias compartidas por este colectivo es la de Guadalupe Velasco Armijo, socia de la Granja Apampilco, que fundaran su padre Víctor Velasco Escobar, y Josefina Armijo Castillo, su madre. Además de tener su espacio en el mercado de los domingos, los otros días sale de su casa para cumplir con entregas a domicilio, o para dar seguimiento a otras actividades con su familia, que desde hace veintiocho años se dedica de tiempo completo a la granja que les ha brindado educación y sustento. Guadalupe, quien se recibió de Médico Veterinario Zootecnista, valora la importancia del consumo local y los procesos de producción libres de agroquímicos, pero que cumplan con un circuito cerrado en los procesos para que resulte económicamente: En la visita que hicimos a su granja nos detalla: “Esperamos preservar el patrimonio cultural de Xochimilco sembrando de manera sana, y para que la granja sea sustentable tenemos que tener un punto fijo de comercialización, de lo contrario, lo demás desaparece. En la granja Apampilco cuidamos a los trabajadores que nos ayudan, todos ganamos parejo. Si lo hacemos bien, a todos nos va bien”. Añade que “los animales como las cabras, las vacas y las gallinas tienen espacios para caminar en las hectáreas de tierra de las que disponen, por eso están contentas: No hay animales enjaulados y se alimentan de los mismos cultivos. Elaboramos composta y se prepara como abono para la tierra. Nada se desperdicia y cuidamos el ciclo de la siembra con el sistema de filtros naturales para purificar el agua”.
Lupita recuerda que desde los nueve años conoció la rudeza de este trabajo que se atiende los 365 días del año. A pesar de haber trabajado en diferentes instituciones, regresó a lo que sus padres le transmitieron desde niña: “Yo me dedico a la transformación y a la comercialización, lo cual es fundamental. Se dice que los jóvenes abandonan el campo, porque no es una actividad que te deje para vivir una vida digna. Si queremos que los jóvenes sigan en el campo, tenemos que ofrecerles un sueldo y derechos como trabajadores; y para que sea rentable un producto, hay que pensar en la transformación. Ya son pocos los productores que llegan a cumplir con todo el proceso en Xochimilco. Hay mucha tierra abandonad.” Pero entusiasta con el trabajo que la motiva nos informa: “nuestro proyecto beneficia directamente a quince personas, pero indirectas a más, porque otras nos ayudan en la transformación, a la limpieza del taller, y a la comercialización, se amplían los beneficios.”
Guadalupe, mientras rema su canoa que nos lleva a la granja reflexiona : “Aquí está el reto de organizarnos en grupo con un espacio digno para los productores, para vender el producto de manera directa al cliente, y que sin ser un producto elite, ni orgánico, es un producto totalmente sano con precios accesibles para que todos lo podamos consumir”.
“La meta” -Rosalba del Valle concluye – “es sumar a más productores, que “El mercado de las cosas verdes, Tianquiskilitl” sea un escaparte para visibilizar el trabajo de los productores y un espacio para comercializar sus productos de manera digna. Nuestras reglas para pertenecer son: cultivar de manera tradicional, libre de agroquímicos, además de conservar y preservar sus lugares de producción”.