Grandes reformas en un país sin Estado de derecho

Por José María Dregler

Foto: Eladio Ortiz

7 de noviembre de 2016.-Las reformas estructurales impulsadas por el presidente Enrique Peña Nieto representan más un mito, construido por muchos años por las calificadoras de riesgo crediticio y los organismos multilaterales, que un verdadera transformación.

Y no es que las reformas no planten una agenda de cambios positivos en sí mismo, sino porque en México se aplica parcialmente la ley o, en muchos casos, ni siquiera se aplica.

La ambiciosa apuesta de Peña Nieto, y sus aliados en torno al Pacto por México, se construyó sobre un endeble Estado de derecho y una débil certidumbre jurídica, lo cual desde el principio bien pudo vaticinar que las reformas, principalmente las económicas, serían un verdadero fracaso, dado el déficit de Estado de derecho.

El triunfo de la ilegalidad: más allá de la aplicación parcial y no aplicación de la ley, para la iniciativa privada, por ejemplo, si el gobierno de Peña Nieto busca tirar el mito de las reformas, es necesario que modifique el esquema fiscal para que exista la posibilidad de deducir la inversión.

Esta sola medida detonaría avances exponenciales en cuatro reformas de manera simultánea: telecomunicaciones, energética, laboral e, incluso, la financiera. Sin embargo, el éxito de las seis reformas económicas requiere un mercado interno mucho más sólido, porque pese a la actividad reformadora en el país, la informalidad es un lastre para el mercado interno en México.

El mito del mito. La energética fue la reforma más importante para el gobierno de Peña Nieto, hasta que la caída de los precios del petróleo la condenó al fracaso. Para su aprobación fue necesario tirar el mito de la Expropiación Petrolera, realizada en el sexenio de Lázaro Cárdenas.

Lo imposible convertido, gracias al desplome de los petropecios, en, paradójicamente, un mito. Su concreción sin inversionistas interesados se ve muy difícil. Por ello, se tuvo que adelantar la Ronda Uno.

Sin embargo, enfrenta serios obstáculos. El principal es la regulación tan pesada que existe, conjugado con la corrupción, lo cual impedirá que se realicen fácilmente los negocios. A esta situación se suman los derechos de vías, los cuales no acaban de estar bien resueltos.

El mito de la competencia. La reforma de telecomunicaciones, si bien es la que ha dado algunos frutos en términos de la reducción de los precios, no ha traído todavía inversiones nuevas. Hasta ahora no se ha visto un cambio sustancial en el número de jugadores, los cuales siguen siendo prácticamente los mismos: las empresas de Emilio Azcárraga Jean, Televisa, y de Carlos Slim, Telmex, continúan teniendo el monopolio del sector con mayor crecimiento de la economía. Aquí, el mito es la competencia.

El mito de los bancos que prestan a los emprendedores y apuestan a la industrialización del país. Para que la reforma financiera, por otra parte, funcione es necesario que el gobierno de Peña Nieto modifique la política fiscal, porque actualmente está cobrando impuestos aun cuando hay rendimientos negativos en el ahorro, lo cual desincentiva mucho más el ahorro.

Hagamos, dicen los banqueros, como que prestamos, aunque en la realidad, si un emprendedor busca financiamiento se sigue enfrentando a las mismas dificultades existentes a las que había antes de la aprobación de la reforma.  Además, los créditos de la banca privada deberían apoyar mucho más la industrialización, pero no, el consumo es más rentable.

El mito de la generación de empleo. La reforma laboral no va a tener éxito nunca si no hay inversión, porque la única manera de generar empleo es con inversión.

Es bueno tener esta reforma porque se puede facilitar la contratación y los despidos, pero mientras no haya inversión no se van a poder generar los empleos que requiere el país, el cual tiene 12 millones de desempleados. Esto representa el 21 por ciento del trabajo potencial que tiene el país: 2 millones de desempleados, 4  millones de subempleados y seis millones de trabajadores potenciales.

El mito del crecimiento. Con las reformas, la principal apuesta de Peña Nieto es incrementar el crecimiento económico de 3 a 5 por ciento en el mediano plazo.

De acuerdo con proyecciones de la Presidencia de la República, las reformas laboral, financiera, competencia económica, energética, telecomunicaciones y hacendaria, buscan elevar la productividad, la competitividad y el crecimiento. Sin embargo, las tasas del crecimiento sigue siendo igual de mediocres que en los últimos cinco sexenios.

 

El mito del Estado de derecho. Una vez aprobadas las reformas económicas, ahora el discurso de las calificadoras como Standard & Poor’s, Moody’s, HR Ratings y Fitch Ratings; de organismos multilaterales como la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico y organismos empresariales de nuestro país como el Consejo Coordinador Empresarial, han cambiado su discurso: la siguiente agenda de reformas en México deben ir dirigidas a fortalecer el Estado de derecho y la certidumbre jurídica. ¿De aprobarse, alguien respetará esas nuevas leyes?

jmdregler@gmail.com

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