Por Ángel Santillán Mora
La Fiesta es un monstruo, tiene el poder de embriagar a las personas con el simple hecho de contemplarla; su espacio puede ser “mortal” y cósmico, siempre con los mismos personajes, pero con diferentes nombres.
Asistir a una fiesta es un ritual donde las personas sacan sus mejores atuendos, buscando aparentar ser otra persona. La frase que escucho de la mayoría de las mamás es: «No vayas mal, si no, todos te verán».
Todo inicia con los acordes de la música desde antes de que lleguen los primeros invitados y se acomoden en las salaslounge adornadas con luces audio rítmicas.
Una vez acomodados, lo primero que hacen –y repetirán durante toda la noche los invitados– es sacar el celular y tomar fotografía de todo para subirlas a Instagram, donde exhiben cómo sus similares con quien la están pasando.
Las selfies y los snapchats están a la orden del día (más bien, de la noche), pareciera que lo más importante es demostrarle a su público virtual que son gente popular y de onda. Si se olvida el celular, la fiesta jamás existió en los recuerdos del espectador y del ingenuo que creyó que todo era verdad.
La última vez que asistí a una fiesta pude escuchar que dos mujeres discutían lo siguiente:
–Mi novio me “puso el cuerno” la semana pasada. Me la paso pensando qué hice mal para que sucediera eso, creo que estoy mal –dijo una de ellas en voz alta.
–No quiero que me vean así, no puedo imaginar qué dicen de mí. Ya estoy harta de tantas pendejadas, lo voy a cortar –agregó muy enojada, mientras su amiga la contemplaba con el tradicional vaso rojo de plástico en la mano.
Me imagino que durante toda la noche fue el tema interminable de discusión, porque a los pocos minutos me aburrí y decidí apartarme.
La noche continuó, y mientras los asistentes únicamente movían la cabeza al ritmo de la música, continúan el consumo de alcohol, mismo que poco a poco va haciendo de las suyas… como sucede en casi todas las Fiestas a las que he asistido.
Eso sí, todas con la misma playlist de canciones –siempre se repiten las mismas rolas. Es como volver a vivir lo mismo semana a semana, pero con personajes diferentes, y no faltará un acontecimiento espontáneo que rompa la monotonía.
La lírica y ritmo de las canciones son fáciles: están realizadas para este tipo de ocasiones. Un claro ejemplo es el “éxito”Despacito, de Luis Fonsi; no sería tan popular si no tuviera un público tan poco exigente a quien entretener.
Los temas melosos y poco imaginativos son fáciles de cantar y bailar, el coro “despacito despacito” retumba de lado a lado en la Fiesta; el público lo reza y se apodera de ella. Es como asistir a una misa de domingo, no entendemos pero se “empotra” en nuestro ser.
La vestimenta y los personajes
Los temas de las fiestas juveniles son efímeras repeticiones de las escenas de la semana anterior, se habla de lo mismo, los jóvenes cuentan los mismos chistes; es como un ejercicio sincronizado donde se ponen de acuerdo para hacer que la Fiesta tenga vida, aunque sea repetitiva, y pareciera que nadie se da cuenta.
Octavio Paz, en su libro El laberinto de la soledad, decía que: “Los personajes que intervienen abandonan su rasgo humano o social y se transforman en vivas, aunque efímeras, representaciones”.
Comparto la idea, ya que en las fiestas siempre existen cuatro tipos de personajes.
El primero es “El borracho”. Este personaje siempre quiere llamar la atención de los asistentes, embriagándose de una manera brutal y bruta al mismo tiempo. Le interesa que lo vean, por eso está ahí. Si estuviera solo, difícilmente lo haría.
Su actitud es de un patán empedernido y con ansias de comerse al mundo con un solo vaso. La llamarada y los aplausos son su alimento. Si consigue el éxito, recibirá la aprobación de la gente; lo más seguro es que de esa manera se integre.
En todo el tiempo que he podido ver este tipo de personajes, muy pocas veces no triunfa, aunque casi siempre es incitado por su mismo entorno, en fin, es uno de los personajes que siempre se repite –y existen muchos– y siempre termina mal.
El segundo es “El Guapo”. Este personaje es muy peculiar, ya que su atractivo es lo único que lo hace sobresalir –o al menos eso siente–. Es una especie de ser que se alimenta de las mujeres. Su look a la moda es importante para enloquecer a las asistentes. En general se lleva las miradas de todas. Vive en una sopa de palabras poniendo caras estúpidas en un mundo virtual que sólo ellos entienden.
El tercer personaje es “El Fresa”. Siempre está presente en todos lados; pareciera que si no hay uno, no puede iniciar la fiesta: su vestimenta a la última moda americana.
Su acento meloso es por momentos chocante. Su tendencia natural es subir fotos a Instagram toda la noche, es un mal casi necesario. Algo curioso es que TODOS tienen el mismo timbre de voz.
El cuarto personaje y último, y por eso no es el menos importante, es “El Chistoso”. Es el bufón de la Corte y se comporta como tal. Cuenta chistes malos toda la Fiesta; vive del aplauso como un payaso. Sus amigos lo asumen como tal y toma el papel como ninguno. Cuando la Fiesta se hace larga poco a poco va tomando fuerza. Al final debe de marcharse a casa y quitarse el papel de guasón.
Paz también decía que en la Fiesta “Todo se permite: desaparecen las jerarquías habituales, las distinciones sociales, los sexos, las clases, los gremios”, aunque en esto último difiero, ya que en las fiestas actuales las jerarquías aumentan, las distinciones sociales se hacen más notorias, y los sexos se agudizan para convertir una Fiesta en una lucha para ver quién viste con el mejor atuendo y quién está a la moda en aspectos físicos, tecnológicos y sociales.
No es un desdén a la Fiesta, simplemente es que he asistido a muchas y no quiero decir que sea el más popular, ni mucho menos. Simplemente siempre es lo mismo y seguramente estaré asistiendo durante los próximos años de mi vida a muchas más, y estoy seguro que los patrones serán los mismos, los personajes que describí tomarán fuerza y la Fiesta los recibirá con los brazos abiertos.
Como nuestro playlist favorito, siempre tocando las mismas canciones…