Por Víctor Manuel Del Real Muñoz
Está claro que cada una de las respuestas diplomáticas que el gobierno estadounidense entrega dentro de su rivalidad geopolítica con Rusia y China, las hace llegar con cierta ansiedad de Estado.
Hay incertidumbre incómoda que genera un cierto miedo de parte de Donald Trump y del alto bureau político de la Casa Blanca cuando hay que dialogar sobre el crecimiento en materia espacial de China, la dinastía bélico-estratégica de Rusia y el cada vez más dominio, predominio (no es pleonasmo) y liderazgo estructural que tienen las empresas y el gobierno Chinos en materia comercial, productiva, económica e industrial para con el mundo entero.
Las ofertas de China en torno a las rutas de seda seducen buena parte de Europa, particularmente países periféricos como Turquía y Hungría, así como la cada vez más Neonacionalista Gran Bretaña.
Hay que destacar que la oferta china se fundamenta en el establecimiento de rutas de seda que fortalecerían, entre otras cosas, lazos que contribuyan al desarrollo comercial y económico basado en Economía real, mas no en actividades especulativas puras; es importante poner a la mesa que Donald Trump y el actual Gobierno de Estados Unidos no es lejano de este argumento.
Donald Trump apuesta por el desarrollo socioeconómico y estructural basado en la economía del bienestar y el desarrollo real; sin embargo, China lleva la delantera.
Los argumentos estériles de los defensores de la globalización financierista neoliberal al interior de Estados Unidos, íntimos enemigos de Trump, aunado a la creciente disputa pre-electoral para definir el cuadro que competirá por el Partido Republicano hacia 2020 (con Trump como favorito para contender otra vez, y sobretodo repetir como Presidente), generan desgaste, fricciones, rivalidades, disputas, odios, miedos, corages, obsesiones y malos entendidos que contribuyen al debilitamiento gradual de la dominancia geopolítica estadounidense.
Es quizás el porqué de la presencia diplomática militarista, fuerte, ruda, netamente estadounidense, en temas como Venezuela, Siria, Guerra comercial vs. China, entre otros; aspectos que le conciernen al imperio debilitado, frágil, progresivamente perdedor, que ve como Rusia y China se alzan como alternativas mundiales de un nuevo imperialismo (del cual desconocemos sus reales intenciones y su cabal naturaleza), mientras él (Estados Unidos) solo mantiene su jerarquía de integrante, mas no determinante, en el nuevo orden mundial, que por ahora es y será tripolar. Ya habrá tiempo de hablar de las disputas chinas y rusas.
Estados Unidos seguirá apretando gatillos, intrigando, confabulando, metiendo presiones que sólo sean de entre dientes (y en algunos casos con balas y disparos de por medio).
La naturaleza sanguinaria de los norteamericanos no cambiará de la noche a la mañana, pero luce cada vez más igualada, y en ocasiones superada por las partes similares que China y Rusia le muestran al mundo.
Estados Unidos no deja de ser peligroso, es más, se vuelve más peligroso, porque su afán de no dejarse derrotar por China y Rusia le harán más sanguinario, y quizás más temperamental; el imperio reacciona en la actualidad con miedo; los norteamericanos lucen nerviosos.
Particularmente China tiene clara la peligrosidad bélica y comercial de los norteamericanos; cada vez más serán conocidos más casos de complots comerciales, guerras a precios dumping, detenciones de funcionarios y ejecutivos de marcas globales tanto de empresas chinas en suelo norteamericano como de compañías estadounidenses en sueño chino.
No son nuevas las estrategias que los norteamericanos y chinos maquillan de apegadas a la ley y la justicia, pero esconden un matiz de doble intencionalidad, conllevadas al plano político y económico.
Estados Unidos, dentro de esta coyuntura, dentro de la gran coyuntura global llamada “Nuevo orden internacional” deberá definir de qué manera soporta la creciente entrada de capitales chinos a suelo estadounidense, muchos de ellos en franco plan de rescate, a ciertos reductos del desarrollo económico de Estados Unidos del cual el Gobierno de Trump pretende recomponer, pero no cuenta con la estructura financiera para hacerlo. Hay crisis de finanzas públicas en Estados Unidos.
El reto mayor de los chinos será administrar la crisis geopolítica de Estados Unidos a efectos de soportar con tiento político los embates extremadamente peligrosos (con miedo añadido) que a diario el gobierno norteamericano intentará dar a la estructura dominante de China en la mayor parte de los planos globales.
No hace falta declarar una guerra mundial cuando estos ya son indicios de disputa en el nuevo orden internacional.