Por: Armando Leal
It’s a wonderful life, it’s a wonderful life
Traversed in tears from the heavens
My heart is a melodrama, a melodrama in fact
Benjamin Clementine
Jürgen Habermas en su: “Historia y crítica de la opinión pública” (1981) realiza un estudio de la construcción del espacio público en la Modernidad, el hilo conductor de su análisis es el papel de la prensa en la democracia y en particular la opinión pública. La historia crítica de dicho fenómeno lo lleva a la prensa amarilla: sensacionalista; donde, la imagen cobra un papel fundamental.
El surgimiento de la prensa sensacionalista implica un punto de quiebre en la historia de la prensa y del periodismo; de ser un actor fundamental en las revueltas que dan origen a la Primera República Francesa; o bien, su contribución en la consolidación de la democracia inglesa pasó a ser un medio de alienación.
Los acontecimientos y las reflexiones en torno a las ideas ya no sólo se vertían en textos, sino ahora la imagen cobra un papel fundamental. Este sesgo en la historia de la prensa implica el abandono de un tipo de periodismo para dar pauta a primeras planas donde las imágenes de asesinatos, robos, violaciones y más fueran los hechos relevantes del acontecer humano.
A lo largo de su historia, la prensa y el periodismo han sufrido modificaciones. En América el proceso de institucionalización se inicia a principios del siglo XX; si bien, la prensa estuvo presente desde la etapa colonial, las “Hojas volantes” son su gran antecedente, lo cierto es que las escuelas de periodismo emergen a partir de la segunda mitad de la centuria pasada.
La historia de la prensa y del periodismo en México debe entenderse bajo el tamiz del régimen autoritario priista. En el siglo XX abandonó el papel que jugó durante la Reforma y la Revolución para ser un mero instrumento del autoritarismo. Lo mismo puede decirse de la opinión pública. Aquellos acontecimientos que ponían en duda al régimen eran ignorados o bien distorsionados. La matanza del 2 de octubre de 1968, como mónada refleja la situación de la prensa, donde la noticia principal, al día siguiente fue el estado del tiempo.
La prensa mexicana a lo largo del siglo pasado no fue un factor que contribuyó a la alternancia de poder, así como a la construcción de la democracia mexicana; por el contrario, fue un elemento de control y distorsión de la realidad mexicana.
El principal noticiero de la televisión mexicana: “24 horas”, conducido por Jacobo Zabludovsky evidencia el papel del periodismo dominante, donde el amarillismo, la distorsión de la realidad y el ataque iracundo a los opositores fue su principal línea editorial. Los medios de comunicación masiva fueron un instrumento del régimen político, lo mismo durante las décadas priistas que en los periodos panistas.
Aquellos medios que no se alineaban a la línea editorial del régimen eran estrangulados bien sea a través del papel y la tinta, el chantaje de quitarles la concesión; o bien, como le sucedió al periódico Excélsior con un golpe de timón. La historia de la prensa y de los medios de comunicación mexicanos durante el siglo XX puede caracterizarse como la de el ejercicio de un periodismo abyecto y predominantemente acrítico.
Pocos, pocos son los casos de un periodismo alternativo, crítico; comprometido con los hechos y la verdad. La gran mayoría de los medios dominantes: prensa, televisión y radio se alinearon durante más de un siglo al poder; fueron su aliado y desarrollaron un tipo de relación que les permitió ser beneficiarios de prebendas presupuestarias; desde aquella que se otorgaban vía la publicidad oficial hasta préstamos a los medios para mantenerlos vivos; o bien, el Chayote que cientos de periodistas recibían mensualmente por su complicidad.
Esta perversa relación marca y determina la historia de los medios de comunicación masiva y del periodismo. Lo cual se traduce en un periodismo de vasallaje que actualmente entiende su papel “crítico” como un supuesto combate contra el poder. Este tipo de periodismo se olvida de los hechos y de su compromiso con la verdad.
Esa supremacía “crítica”, la ejerce fundamentalmente como una forma de chantaje. Si el gobierno le restringe la publicidad oficial, el dueño del medio señala como línea editorial golpear al gobierno. Si el gobierno le cancela al lector de noticias -que no periodista- los contratos millonarios (el chayote VIP) entonces éste se vuelve un furibundo atacante del gobierno. Si el gobierno le cancela el sobre mensual, entonces el periodista se vuelve un enemigo del gobierno.
Los dueños de los medios de comunicación masiva, los lectores de noticias y los periodistas han sido y son aliados del poder; la gran distinción es que, hoy, su amo ha cambiado, ya no es la tajada del presupuesto que recibían (que les permitía comprar departamentos en Miami y tener yates de lujo) sino ahora, son un conjunto de empresarios que intentan mantener con vida a los parásitos del presupuesto.
El periodismo mexicano atraviesa una profunda crisis, en principio porqué los periodistas se han olvidado de los hechos y se han convertido en adalides de la tajada presupuestal que bien “por uso y costumbre” les pertenece; o bien, por el derecho divino de ser una “élite merecedora de dicho privilegio.
El periodismo mexicano atraviesa una profunda crisis porqué los periodistas se han olvidado de los hechos y se han convertido en los heraldos de sus beneficios. Han decidido dar una batalla campal por la antigua canonjía presupuestal en lugar de organizarse como gremio, crear un sindicato y luchar por mejores condiciones de trabajo: desde tener definitividad en sus medios, mejoras salariales, prestaciones… hasta seguro médico.
El periodismo mexicano atraviesa una profunda crisis fundamentalmente porque los periodistas han renunciado a su oficio: dar cuenta de los hechos. Hoy combinan, su no tan humilde opinión con supuestos hechos, son expertos en una realidad que construyen con boletines de prensa, solicitudes de transparencia y filtraciones. Pocos, son pocos los que ejercen la talacha periodística.
El periodismo mexicano atraviesa una profunda crisis porqué se niega a ser autocrítico, reconocer sus incapacidades, su estado de putrefacción. Es inadmisible que el gremio acepte sin más a supuestos periodistas (más bien lectores de noticias) que fabrican la realidad, hacen montajes, lo mismo de un presunto secuestro, que el caso de una niña que yacía en el fondo de los escombros.
El periodismo mexicano atraviesa una profunda crisis porqué ha sido incapaz de asumir críticamente que los salarios paupérrimos que reciben los periodistas son subsanados por el chayote. Nadie está dispuesto a aceptar que recibió la prebenda, que los hizo cómplices de la corrupción y el autoritarismo.
El periodismo mexicano atraviesa una profunda crisis porqué los periodistas talacheros han encontrado en la lucha por la canonjía presupuestal de la “élite merecedora de dicho privilegio” el sentido de su existencia.
El periodismo mexicano atraviesa una profunda crisis porqué no reconoce su incompetencia para entender la realidad mexicana. ¿Cómo funcionar sin el yugo del amo?, los periodistas se han vuelto conservadores porque quieren de regreso el antiguo orden, ese que no les exigía el oficio de ser periodista: ir a los hechos, verificarlos, tener al menos tres fuentes de distinto tipo, no emitir opiniones, ni caracterizar la realidad. El periodismo no se hace de dichos o filtraciones del poder.
Hoy se viven tiempos excepcionales por los cuales millones de mexicanos lucharon, dieron la vida; desde el dirigente social, el periodista, hasta el político asesinado… ahí está la lucha de los médicos y los ferrocarrileros, el 2 de octubre de 1968, la lucha armada de la guerrilla mexicana, 1988, los cientos de periodistas asesinados.
Pretender entender la realidad mexicana bajo el antiguo paradigma en búsqueda del yugo del amo, a cambio de la canonjía presupuestal es a todas luces profundamente miserable. Son tiempos excepcionales donde a todos toca aprender. Hay que instruirse en esa nueva realidad, reaprender el viejo oficio; dejar de pretender que el periodista es un experto en todo y al final poco sabe.