El ogro filantrópico, del mito y sus herencias

Por Irma Ramírez


¡Feliz Año Nuevo! Empieza el 2022, es momento de reflexionar acerca de nuestra vida cotidiana, de nuestros hábitos y nuestros propósitos; tal vez también sea tiempo de hacer un recuento de algunos cuentos para empezar otros. ¿Recuerdas al Ogro Filantrópico del que alguna vez habló Paz como metáfora del Estado Mexicano? ¿Aquel ser quimérico sin rostro, desalmado, que según el escritor, no obraba como demonio, sino como una máquina? Los mexicanos vivimos un siglo asolados por ese Ogro; los gobiernos eran a veces despóticos, otras veces paternales, pero siempre autoritarios. Así vivimos juntos pero no revueltos, felices, unos comiendo perdices y otros comiendo lombrices: la mayoría analfabeta, pobre, enferma, pero según el gobierno: éramos felices. El movimiento y la masacre de 1968 desnudó al Ogro y pudimos ver la verdad de sus miserias. Entonces raudo y veloz el Filantrópico buscó legitimarse en el pluralismo; en la Reforma Política. Las izquierdas se unificaron. La pipiolera se mostró dispuesta a participar en la contienda electoral y dimos unos pasos hacia la democracia. A principios de los años ochenta estalla la crisis económica, agudizada por el Sismo de 1985, De La Madrid anuncia reformas neoliberales. Una parte del Ogro Filantrópico y otra formada por la pipiolera de las izquierdas, se unen y dan origen a un nuevo partido: El Centauro, con la parte superior de humano, la inferior de caballo. Así lo llama Enrique Semo porque dice que el Perredé es un ser quimérico, mezcla de
impulsos primitivos y rasgos civilizados. Ahora sí, a cada santo le llega su fiestecita y que se arma la rebambaramba. Resulta que en las elecciones, el Ogro saca uñas y colmillos, gruñe, muerde, lo patea todo y como último recurso deja caer el sistema de cómputo. Sí, así pasa, cuando el Ogro no gana, simplemente arrebata. Más tarde se transforma, se pone corbata de moño, privatiza empresas y pone cara de circunstancia, pero sigue siendo el mismo Ogro autoritario de siempre aunque más peligroso, porque ahora es neoliberal y le chorrea el dinero no sólo de la tranza y los moches, también de la venta de las empresas públicas. Después de diez años de esfuerzos, pérdidas, logros, al Centauro le va mal, se ha adelgazado tanto que de un partido de ciudadanos se ha convertido en un partido de puros políticos y sus clientelas. “Entre menos burros más olotes”, dice entre el escándalo de sus relinchos, aunque francamente esté a un paso de la muerte. Entonces sucede lo inimaginable: entre ráfagas de viento, de las entrañas del Centauro surge una potranca zaina: Morena. El Ogro Filantrópico ya está hecho pasita, achacoso, disminuido; siente
que el peligro acecha, hace de tripas corazón, da un giro espectacular y se alía con el Dragón Azul. ¡Ah! ¡Caray! ¿Cómo fue eso? No lo sé, sólo que ese Dragón es un animal ultramarino, sus abuelos llegaron de Europa. Tiene cuerpo de serpiente, garras de león y alas de águila, muy feroz, silencioso, a veces parece caricatura y otras: echa fuego por la boca. La fecha de la carrera electoral ya está amarrada. Los ejemplares se pasean nerviosos en espera del evento. Están parados en la línea de salida. Se oye un grito: ¡Arrancan! La potranca Morena, ligera y veloz, corre como el viento; en la recta final, domina por tres cuerpos y cómodamente obtiene un triunfo arrollador. Las multitudes lloran de emoción, ríen, gritan, saltan, aplauden. Hoy, la potranca zaina, Morena, tiene a todos con el alma en un hilo, quieren que los lleve al viaje de la transformación, a una vida más libre, mejor, sin pobreza ni desigualdades. La población tiembla al pensar que de un momento a otro tome más fuerza en Morena su herencia autoritaria, clientelar, corporativista, por los genes de su padre El Centauro y su abuelo, el Ogro Filantrópico. La potranca es popular, pero para ser democrática no basta. Aún existe una impotencia estratégica: Nadie sabe hacia
dónde se dirige la yegua zaina, la Morena. Vivimos en un mundo globalizado, la era de la industrialización ha cedido su lugar a la informática y el auge de los servicios. Las nuevas generaciones cabalgan sobre nuevos sueños. Sus ecos resuenan: nosotras, nosotros, nosotres, no defendemos a la naturaleza, porque nosotros somos la naturaleza defendiéndose a sí misma. Algunos grupos han adoptado el discurso rizomático: ser raíz y hongo, hacer suyo el lenguaje de los bosques. Unir raíz con raíz, y comunicarse desde las profundidades de la tierra; rescatar la democracia espontánea de los primeros pueblos, el autogobierno de los grupos indígenas, el municipio, la tradición. Que el Estado no sólo se apoye en el Elefante Reumático: la burocracia gubernamental y política. Están proliferando los cursos, programas, conversatorios, foros, debates, escuelas, que agrupan y organizan a los pueblos, con un denominador común: la formación política que impulse el tránsito hacia la democracia. Este año será de gran actividad y cambio. ¡Bienvenido el Nuevo
Año!

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