Por Víctor Del Real Muñoz
Empezaré admitiendo que nadie puede negar que el celular, y todo lo que en términos generales conlleva su avance tecnológico y comercial es una maravilla histórica, por tantas opciones de servicios y tareas que los teléfonos móviles son capaces de resolver, por la arquitectura ergonómica de sus modelos, por su tecnología de videofilmación y fotografía, y por su capacidad comunicativa (su función más importante claro está).
Nadie puede negar que tener el mundo en las manos, literal, es cómodo y fascinante; el poder trabajar, hablar, conectarse, retratar, ubicarse, comprar, vender, dialogar, consultar, aparentar, acrecentar el ego, mirar, divertirse, vivir historias de amor, jugar, ejercitarse, leer, cultivarse, aprender, y un largo etcétera.
Es casi un suceso mágico, permitido por el bienestar tecnológico y un poco por el marketing y su encanto invisible.
El problema radica cuando el teléfono, que sigue siendo un aparato, es decir, una simple cosa o un simple objeto de una estantería virtual o física, sustituye un orden de prioridades por sobre el resto de las personas, o más claro, cuando el teléfono adquiere una prioridad por sobre todo el resto del mundo.
Casos concretos a partir de preguntas y aseveraciones
¿Cuántos de los accidentes en moto y carro, en la actualidad, se darán porque el conductor o las personas involucradas iban viendo el teléfono y no tenían su ATENCIÓN TOTAL en el volante o manubrio? ¿o será que el teléfono es ya un disipador de la ATENCIÓN OFICIAL en nuestro mundo? ¿habrá estadísticas de ello?
¿Cuántos de los rompimientos sentimentales en la actualidad se darán por todos los escenarios posibles de infidelidad y promiscuidad dentro de chats, o en torno a fotografías y videos, reacciones, y a todo un sistema de interacción humana virtual, jejejejeje, algo así como algunos episodios de black mirror, ejecutado por el teléfono claro está? hay que tomar en cuenta que muchos de los sujetos virtuales en el mundo cibernético no son personas reales sino bots.
¿Será que las infidelidades reales, que se siguen dando evidentemente, donde alguien engañaba a su pareja realmente con otra persona, empieza a quedarse arcaico o en segundo término?
¿Ha notado usted como en los últimos tiempos en la mesa de su casa, en las comidas familiares, en los restaurantes, cuando están casi todos los miembros de su familia sentados o amigos, frente a los sagrados alimentos, en muchos casos, las personas ya no se miran, o como que algunos ya no prestan tanta atención a las personas de alrededor y si al teléfono?
¿se sigue platicado como antes? ¿se sigue comiendo con la ATENCIÓN CENTRADA en la comida? ¿se sigue siendo consiente del proceso digestivo que empieza con el acto mismo de comer? Yo sé que sí en muchos casos, pero también sé que algo ha cambiado, y el teléfono es parte de ello.
¿Ha notado usted como en aviones, camiones, carros, o el metro, la prioridad visual de mucha gente ya no está en mirar el panorama o a las personas de alrededor, mucho menos el diálogo, sino ir viendo el teléfono?
¿Qué? ¿Ya da flojera ir a consultar un libro, o una referencia escrita o incluso el periódico impreso para conocer algún dato? ¿ya todo lo resuelve el ícono de Google o la W de Wikipedia desde el buscador del celular?, ¿verdad? Incluso sé que es más divertido mirar un video en YouTube sobre el tema, accediendo desde el toque del ícono de esta app en el celular.
Nadie puede negar que una app de transportación, ubicación o envío de paquetería y alimentos es ergonómico, reductora de costos, eficiente, rápido, y son bienvenidas todas las comodidades posibles, en todo caso la consigna debiera ser la de ser conscientes, aunque sea un poco, que el tacto humano, la prioridad humana, como usted le quiera llamar ha sido disminuida, y en otras ocasiones sustituida o vulnerada por un afluente tecnológico y codificado.
Sumado a lo anterior, considerando, además, la vulneración de los patrones afectivos y de interacción plena entre seres humanos, cambiados radicalmente, o quizás modificados, o mínimo reorientados en cuanto a los criterios laborales, patronales, sindicales, en torno a las garantías de trabajo, las políticas obreras, y por supuesto, las formas y causas de combate y protesta y lucha de trabajadores.
También sé que un gran número de niños vivos siguen jugando a las traes, a las escondidas, cascaritas con balón, saltando, bailando, imaginando, construyendo un mundo de fantasía, jugando al avioncito, a los juegos del parque, al basta, con sopas de letras, crucigramas, si lo tengo claro, pero también un porcentaje, del cual estoy seguro es creciente y progresivo, ya no conoce ese mundo de encanto, mágico y real, porque su libre albedrío depende en su totalidad de una pantalla.
Seguramente hay estadísticas de esto y análisis científicos de esto de manera certera.
Ahora que se ha vuelto a los estadios y conciertos y foros abiertos en este contexto de pandemia ¿cuánta gente verdaderamente está plenamente atenta al partido, al momento, a las emociones, al suceso como tal? ¿ha caso no nota usted que una mayoría abrumadora está pegada al teléfono en medio del espectáculo como con una especie de sentidos divididos, o atención fragmentada? ¿Se puede atento a tantas cosas a la vez?
Quizás es ingenuo o equivocado mi planteamiento, no quiero sostener que tengo la razón absoluta, sería cretino y pretensioso, pero es evidente que en torno al teléfono existe una ATENCIÓN DIVIDIDA.
¿A cuánta gente observa usted que, caminando, en línea de cebra de los cruces peatonales, en la banqueta, va totalmente distraída con el teléfono, chocando con otros, tropezando con los baches? Le invito a que salga a la calle y lo observe por cuenta propia.
No pretendo asumir que sea negativo usar el celular, pero también pretendo hacer ver que este aparato ha venido a fragmentar nuestra ATENCIÓN REAL del MUNDO REAL y, sobre todo, a sustituir en algunas ocasiones la prioridad de interacción entre nosotros mismos. A las pruebas de la realidad actual, del mundo moderno me remito.
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