Por Víctor Manuel del Real Muñoz
Estados Unidos ha replanteado el espíritu social en la generalidad de su pueblo desde las elecciones presidenciales del año 2016, ocasionando un punto de inflexión en la mirada y el olfato político del ciudadano estadounidense común. Había que corresponder con un proyecto auténticamente estadounidense citan millones de habitantes en aquella nación.
Este país venía anidando un sinfín de quejas sociales, falencias estructurales y una SUPUESTA y polémica descomposición del proyecto original, tradicional y fundacional, a decir de muchas voces nacionalistas como la del propio Donald Trump, producto de las nefastas políticas migratorias que entre otras cosas exhortaron los últimos treinta años a abrirle las puertas al mundo entero, y en especial a muchos países de América Latina, a las mieles del sueño americano; además de las políticas económicas y comerciales que a decir también de estos sectores colapsaron las partes más potentes de la dinámica económica de aquella nación quedando en franca vulnerabilidad su incidencia global y su dominancia geopolítica ante potencias globales nacientes como China y Rusia.
Algo de llamar la atención es que el Gobierno estadounidense ha sido muy enfático y reiterativo en un vínculo que pudiera entenderse como estratégico demagógico pero que ha sido muy visible con sindicatos, obreros independientes, centrales obreras, cámaras de pequeños productores, sectores industriales, sectores comerciales y otros lobbies que recientemente lucían apartados de aquellos gremios de negocios preferidos del establishment estadounidense contemporáneo, aquellos que sobre todo se vinculaban a la globalizada banca y el potente capital bancario financiero y bursátil, muchos de estos con sede en Nueva York, irónicamente lugar de nacimiento y punto medular de los negocios del magnate y hoy presidente norteamericano Donald Trump.
Al margen de las polémicas y los comentarios críticos que pudieran derivarse en contra, considero que Estados Unidos marcará en diez años (léase, en un corto plazo global) el compás de inicio del asentamiento de las políticas nacionalistas más profundas en occidente, y sobre todo del reacomodo de las fuerzas progresistas que entre otras cosas exhorten a un adelgazamiento de los flujos migratorios hacia los paraísos de oportunidades como Alemania, Inglaterra, Alemania y otras partes de Europa.
Donald Trump da la impresión de ser un tipo sin escrúpulos y un enajenado de la cultura estadounidense; no digo ningún despropósito en concluir que es un tipo obsesivo y obsesionado con los aspectos sociales y los valores fundacionales de Estados Unidos. Yo no estaría tan seguro de concluir que esto es por una enfermedad mental personal de él; me atrevería a decir que el representa las presiones de las fuerzas sociales y económicas netamente estadounidenses que ejercen presión para emprender una progresiva recomposición del proyecto fundacional norteamericano con nuevos elementos sociales que empleen formas modernas desde la plenitud de la actual era. Esto sin duda peligroso para los vínculos de nuestro México con aquella nación.
Está claro que existe un viraje social global, una reconversión al nuevo nacionalismo, con objetivos sociales claros como el debilitamiento de flujos migratorios; está claro que las convicciones estadounidenses de su óptica fundacional en términos sociales, entre ellas el belicismo con el poderío militar y el saqueo volverán a la agenda prioritaria del combate directo con naciones pobres como las nuestras pero desde una trinchera agresiva.
Estados Unidos siempre ha intervenido al mundo, pero con diferentes facetas diplomáticas, unas de agresividad y otras de falsa amabilidad y modestia; está claro que de ahora en adelante las visiones agresivas volverán y no serán tenues. Los estadounidenses se vinculan bastante bien con el derramamiento de sangre en cualquier parte del mundo.
Donald Trump, la ideología y fundamentos WASP, así como los lobbies y grupos de poder económico que respaldan este contexto van ganando firmemente de cara a las elecciones legislativas intermedias de Octubre de este año, y de triunfar mayoritaria y masivamente, Donald Trump tendrá cantada su reelección en 2020. Este proyecto naturalmente estadounidense tiene bastante futuro en Estados Unidos, no es reiteración esto último.
Más nos vale no hacer enojar a los norteamericanos desde países como el nuestro. Muchos dirán que su arsenal militar es inferior al de China y Rusia, pero es suficiente para atacarnos y derretirnos. No se trata de “morir con honor” como los manuales de superación personal dictan; nuestros próximos diplomáticos y futuro cónsul tendrán que ser exageradamente inteligentes, negociantes y políticos con las autoridades de ese país. López Obrador lo mismo.
No comparto de cualquier manera ese argumento de que Estados Unidos tiene un arsenal militar debilitado; asumo mi postura basado en informes técnicos precisos divulgados al público y sospechas personales ante la ausencia de información selecta y secreta por obvias razones que ellos no ventilan al mundo; sospechas personales y consecuentes cálculos y pronósticos mentales improvisados por cierto, pero proyectados con una continuidad en función al arsenal bélico estadounidense visto en sus intervenciones actuales, su aeronáutica, su maquinaria naval y en lo poco que se sabe públicamente de sus cuadros y escuadrones de élite militar, muchos de ellos entrenados en absoluta y general secrecía.
Quien piense que el imperio estadounidense actual está caduco se encuentra en un grave error. Le deben dinero al mundo entero, son los más endeudados quizás, ya no son la primera potencia económica del mundo, pero siguen siendo absolutamente dominantes, continúan teniendo pensamiento de expansión global, un fino y potente instinto corsario y violento, y además hoy regresan a quererse más como pueblo, como sucedía en ataño, en torno a sus valores tradicionales […] Por consiguiente se vuelven día a día más peligrosos en la actualidad.