Por Rivelino Rueda
Adriana Bahena Cruz es de esas mujeres que nunca titubean, de esas que hablan claro y puntual. La desaparición de su esposo, Saulo Rodríguez Cruz, en Iguala, en mayo de 2011, sólo fortaleció su temple.
Domingo a domingo, Adriana sube los cerros que circundan la llamada “Cuna de la Patria” con familiares de la organización denominada “Los otros desaparecidos de Iguala”, con el único propósito de arrancarle algunas certezas a la podredumbre, a esa que se plantó frente a ella tras la desaparición de Saulo y a esa que se niega a asimilar, desde la comodidad de los palacios, la realidad de la desaparición forzada en México.
“Una varilla y un marro, y tener el coraje en el corazón, y tener el olfato más sensible para meter una varilla hasta el fondo, sacarla, olerla y saber que hay un resto ahí. Esa es la herramienta con la que se cuenta actualmente. No hay otra cosa”, comenta Adriana sin soltar la fotografía de Saulo, ese amuleto, ese tatuaje, ese camafeo que la acompaña a todas partes.
Cada domingo suben 30, 40, 50 personas, continúa la mujer de ojos penetrantes, y lanza la pregunta: “¿Sabes cuál es el resguardo que llevamos? Tres agentes. Tres agentes van a ir resguardando a 50 personas”.
Contrae la mandíbula. Arquea la ceja izquierda. Aprieta los labios y suelta:
“¿Sabes cuál es la necesidad? Que los que busquen sean los que somos, como yo, víctimas. ¿Y sabes por qué? Porque vamos a ser los que vamos a estar hostigando a esos que parecen astronautas, porque parecen astronautas vestidos de blanco. ¿Y sabes qué hacen en Guerrero? Acostarse bajo un huizache mientras mi grupo está insistiéndoles que exhumen.
“Hay fosas con siete restos, siete cuerpos, siete osamentas, y si yo me volteo sólo sacan tres y los demás ahí los dejan. Y eso pasa en Iguala, como para en Sinaloa, como pasa en Coahuila, como pasa en Veracruz”.
***
Saulo parece estar presente. Su fotografía es omnipresente. Parece que habla. También aprieta las mandíbulas y frunce el ceño. Parece corpulento. Así se observa con esa camisa blanca con cuello rojo.
“Surgimos después de (la desaparición de) “Los 43”. Nosotros buscamos a más de 500 desaparecidos que conforman mi grupo, gente de búsqueda”, resume Adriana Bahena aferrándose a la foto.
Las palabras son contundentes y claras. Habla de “protocolos ineficaces” de las autoridades en la búsqueda de desaparecidos en esa región y de la nula calidad humana por parte de quien tiene que aplicar los protocolos.
“No hay material ni tecnología en este momento que sea capaz para poder ubicar un resto, una osamenta. El domingo mi grupo, mi gente, mis hermanos encontraron una fosa, sí, y hay un resto envuelto en una colchoneta, sí, y sigue en el cerro, ¿por qué?, porque el protocolo no funciona”.
Adriana Bahena menciona que “saber buscar” es tener el coraje, el valor, la disposición de subir al cerro, porque “subimos con un sombrero, con un bule de agua y te tienes que subir con el coraje que no vas a bajar hasta que encuentres una fosa y la dejes marcada. Esa es la realidad”.
***
“Comprendemos su situación”. Otra vez las mismas frases trilladas de siempre, ahora en el Senado de la República, en el foro de consulta para la legislación de desaparición forzada, que organizaron las comisiones de Derechos Humanos; de Justicia; y de Gobernación.
Pero Adriana es clara: “La calidad humana de la gente que debe de implementar esos protocolos no existe. Hay un corazón de piedra y una insensibilidad para con nosotros brutal”.
Las palabras cimbran, estremecen, sobre todo cuando relata que “no se quieren acercar a mí porque quizás descuarticen a la Adriana como descuartizaron a su esposo hace cinco años. Sí, lo descuartizaron y no sé dónde quedó. Pero gracias a dios, porque Saulo ya no está”.
Y ante legisladores que han sido omisos a un fenómeno que se instauró en México desde las décadas de los sesenta y setenta, y que se ha agudizado en los últimos tres lustros, sobre todo porque no existe una legislación sobre el tema, Adriana lanza una pregunta contundente:
“¿Qué harás tú para que realmente se hagan búsquedas eficaces y reales, que los huesos que te pongo yo en la mesa, esos huesos tengan nombre y apellido?”