Por Rodrigo Bengochea
Hace algunos días me topé en Internet con una publicidad que intentaba prevenir a la gente de los fraudes bancarios a través de llamadas telefónicas o correos electrónicos.
La imagen era muy sencilla: una mesa, una computadora, un teléfono y una persona.
El anclaje de la imagen era el texto donde se explicaba que no se puede saber quién está del otro lado de una llamada o un correo electrónico, por lo que recomendaban desconfiar de las llamadas donde te dicen hablar de un banco…
Lo mismo los correos electrónicos. Cerraba el anuncio con un logotipo de la institución que lo promovía.
El mensaje es importante, la relevancia de la información es incuestionable, más ahora que cada vez se escuchan historias más cercanas de quienes han caído o han estado a punto de caer en fraudes cibernéticos o vía telefónica con afectaciones económicas verdaderamente importantes.
Sin embargo, hay un tema del que tenemos que hablar: la fotografía mostraba a una persona real, una persona contextualizada en un tipo de casa, vestida de cierta forma, peinada de cierta forma, con ciertos rasgos físicos que seguramente lo hacían parecer, a ojos de quienes concibieron, diseñaron, revisaron y aprobaron la campaña, como alguien que evidentemente es un ladrón o un defraudador.
La comunicación trabaja con estereotipos, es cierto, y algunos rasgos de personalidad pueden montarse rápidamente en el imaginario colectivo acerca de un tipo de persona o grupo para conseguir una comunicación mucho más efectiva.
Sin embargo, la comunicación también trabaja con la creatividad, y hoy día al momento de hacer comunicación tenemos la responsabilidad deshacernos de los signos facilones que estigmatizan negativamente un fenotipo, un rasgo sociocultural, una condición de salud, una posición económica.
Es decir, echarle más ganas a nuestro trabajo y ser creativos para dar mensajes efectivos sin estigmatizar.
La estigmatización social es un flagelo que impide una vida plena y normalizada de gran cantidad de grupos y personas. La estigmatización social tiene como algunos de sus más cercanos compañeros el aislamiento, la exclusión, la intimidación, la baja autoestima… La estigmatización social es prima hermana de la discriminación.
Para quienes trabajamos en la comunicación masiva es relevante ser sensibles a ello y no reproducirla para ser un factor de su erradicación.
No hay alternativa si buscamos el progreso hacia una sociedad cada vez más democrática, cada vez más equitativa y cada vez más libre.
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