Aventarse o no en las vías de la Estación Moctezuma

Foto y texto: J. Tonatiuh Pérez Cisneros

Una noche más en la gran capital de América Latina. Al sumergirte en el inframundo del Metro pierdes la noción del tiempo, del espacio, de ti mismo.  Sabes que es de día por la cantidad de gente que transita por los pasillos y andenes, pero al pasar las horas el día se convierte en noche y la soledad se empieza a apoderar de las estaciones.

Los trenes siguen su curso, se pierden en el túnel, en la penumbra del mismo. El silencio del fin del día, del último tren lo rompen los ruidos de las balastras  a punto de fundirse, del parpadeo de las lámparas y de la radio de la Policía Bancaria Industrial que reporta el cierre de las estaciones de manera cronológica de la Línea 1, mejor conocida como la Rosa.

El sonido de los silbatos anuncia el paso del último convoy dirección Observatorio. Minutos después el mismo sonido informa que el último tren dirección Pantilán ha pasado y el día laboral ha terminado. Recorren la estación, pasillos y andenes para cerciorarse que no queda ningún usuario en la estación Moctezuma.

Todo en orden. Las taquilleras y jefes de estación dejan el lugar. Los únicos que se quedan son los policías. Todos se reúnen en los torniquetes y se ponen de acuerdo de cómo serán las guardias. Sale el primer grupo a recorrer la estación, a pasar lista por las videocámaras.

La noche empieza a tomar forma. El ruido de los camiones perturba el silencio. Algo inusual está pasando. La estación Moctezuma se empieza a sentir fría. Los policías saben que el mes de noviembre en, en este sitio, son más aterradoras las noches.

Aquí es un día más, mejor dicho es de noche-madrugada. Los policías bancarios no creen lo que sus ojos ven. Habían escuchado de las historias pero verla es cosa diferente. A pie de andén, o final de andén, dirección Pantitlán, dependiendo de cómo lo veas, la señora de blanco hace su acto de presencia.

Estática con su vestido largo que le arropa los pies. Cabello negro que cubre su rostro. Estura media y con la cabeza inclinada hacia el lado izquierdo. No se mueve, no grita, no llora. No se atreven a hablarle muchos, menos acercarse. Por sus mentes cruzan muchas cosas. La principal es que la leyenda es cierta: la mujer de la estación Moctezuma sí se aparece en el mes de noviembre.

Lo único que saben es que la señora se suicidó en esa estación en el mes de noviembre y, año con año, no falta a su cita con su destino. Tal vez revivir ese momento,  esperando no saltar o que alguien se lo impida.

No hay más datos, más testimonios, todos los testigos indican lo mismo. Se aparece y desaparece de manera repentina. La señora de Moctezuma volvió al sitió donde decidió dejarlo.

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