Atopías, distopías y heterotopías

Por Miguel Napoleón/Sarvan Mangalam

Habitar, vivir, pensar: todo ello configura posibilidades de observar lo que restringe nuestro mundo. Existen “los lugares”, “los no lugares”, “los lugares otros”.

Vivimos prisioneros de las formas, de esas redes sonoras que nos aprisionan, como recuerda Jorge Luis Borges en un conocido poema, “de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora, / Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros”.

La tentativa por crear nuevos espacios y por abrir perspectivas de mundo ha sido y es una de las ideas más potentes, recurrentes y vitales de la historia.

En 1966, Michel Foucault, atento lector de Borges, en una conferencia radiofónica en “France Culture”, habló de un sueño. Soñó en una ciencia:

…cuyo objeto serían esos espacios diferentes, esos otros lugares, esas impugnaciones míticas y reales del espacio en el que vivimos. Esa ciencia no estudiaría las utopías —puesto que hay que reservar ese nombre a aquello que verdaderamente carece de todo lugar— sino las heterotopías, los espacios absolutamente otros. Y, necesariamente, la ciencia en cuestión se llamaría, se llamará, ya se llama, la heterotopología.

Para el filósofo, todas las sociedades han creado esos espacios, con sus formas variadas, sus combinaciones en apariencia incompatibles, algunas veces con sus cortes en el tiempo donde confluyen distintas cronologías, como la experiencia que podemos vivir cuando visitamos un museo, un teatro, un cine o un cuarto de un hotel, o la experiencia de los libros y las bibliotecas.

O la vivencia del tiempo lúdico o sagrado de la fiesta, o los lugares de acceso para iniciados. Ahí, creamos emplazamientos, aperturas y cierres en relación con el mundo exterior.

La búsqueda de los espacios otros, es decir, de las heterotopías, sería ese impulso y esa facultad por impugnar todos los espacios. Para Foucault, el ejemplo heterotópico por excelencia sería el navío.

“Ese pedazo de espacio flotante, un lugar sin lugar, que vive por sí mismo… libre en cierto sentido, pero abandonado al infinito mar, y que de puerto en puerto, de navegación en navegación, va hasta las colonias buscando lo más precioso que éstas resguardan…”

Finalmente el autor de Historia de la locura en la época clásica, advierte:

Las civilizaciones sin barcos son como los niños cuyos padres no tienen una gran cama sobre la cual jugar; sus sueños se agotan, el espionaje reemplaza a la aventura, y la fealdad de la policía reemplaza a la belleza llena de sol de los corsarios.

La sesión se realizó el pasado 25 de septiembre y estuvo a cargo de Alejandra Rivera, Bily López y Gonzalo Chávez. Los tres son destacados académicos de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) e integrantes del Centro de Estudios sobre la Ciudad.

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