Por José María Dregler
Foto: Edgar López
Sobre el Paseo de los Presidentes, a un costado de la Hondonada de la residencia oficial, el de Atlacomulco funge como guía de turistas. «A mí me tocaría estar frente a Lázaro Cárdenas», proyecta.
Las focas, atentas, escuchan el monólogo. A lo largo del andador, se ven las estatuas de quienes han gobernado al país del águila y la serpiente en los últimos 80 años.
El «Tata» Cárdenas, literalmente petrificado, escucha -si es que las estatuas pueden escuchar- mientras sostiene su sombrero con la mano izquierda. «Muy parecido en ideales», completa el de Atlacomulco.
(El «Tata» Cárdenas es recordado, tanto en las monografías de la papelería de la esquina, como en los libros de texto gratuitos y, principalmente, la memoria colectiva, como el presidente que expropió la industria petrolera en 1938.)
El «muy parecido en ideales», frase del de Atlacomulco, parece entonces colisionar con el legado que más se recuerda del «Tata» Cárdenas. La reforma energética que, al abrir el sector a los capitales extranjeros, junto con los precios del crudo, ha dejado en número rojos a Petróleos Mexicanos, herencia cardenista, antes pararestatal, hoy -¡oh, paradojas!- empresa productiva (pero que no es productiva) del Estado.
Son la antítesis: el de Atlacomulco versus el «Tata» Cárdenas. Bajo estos argumentos, ni siquiera se voltean a ver.
(El «Tata» Cárdenas no es recordado, por casi nadie, como el constructor del corporativismo mexicano. La pérdida de las facultades metaconstitucionales de la Presidencia en 1997, al no tener la mayoría en la Cámara de Diputados, implicó el fin del régimen corporativo. No obstante, eso no significó el fin de las corporaciones, las cuales se convirtieron en organizaciones autónomas con intereses creados, cercanas al PRI e, incluso, subordinadas a ese partido. No sólo dejaron de obedecer al presidente, sino que intentan, desde entonces, capturar al gobierno para promover sus intereses.)
El de Atlacomulco, con un pretendido discurso en favor de la modernidad de la economía basada en el libre mercado es, en realidad, un político profundamente conservador, que -como él mismo lo refiere- es «muy parecido en ideales» con el «Tata» Cárdenas, que sueña con regresar a la época de oro del corporativismo mexicano del siglo pasado, en el que, desde la Presidencia, se controlaba no sólo las corporaciones, sino casi todo. Aunque, claro, pretenderlo no es lo mismo que lograrlo. Sin embargo, ese fantasma, que recorre al país, tiene ese mismo tufillo autoritario.
Las focas, a la menor provocación, quieren aplaudirle. El de Atlacomulco «va al paseo de Bustos y más adelante al de estatuas completas. A él -afirma- le tocaría estar frente a Lázaro Cárdenas (ríe) “muy parecido en ideales” -ironiza. Sin embargo, asegura que “deberá moverse porque están muy a la salida y entre una y otra no hay el mismo espacio».