Por Argel Jiménez
El pasillo en donde confluyen tres diferentes tiempos históricos es angosto. En los costados de esos corredores, vendedores ofrecen playeras, gorras verde olivo con estrellas rojas, joyería artesanal y pulseras. El sol cae con toda su fuerza. Ayuda un aire fresco que recorre toda la explanada de los sacrificios, de las masacres y de los terremotos.
Es 2 de octubre del 2020. Son las 4: 00 pm y el Eje Central Lázaro Cárdenas está cerrado a la circulación vial. La plaza de Las Tres Culturas luce apenas a una cuarta parte de su aforo. La gente entra y sale constantemente mientras un grupo de rap ameniza el evento. Uno de los vocalistas pide: “¡Pónganle emoción!”.
Los pocos lugares de sombra que hay en algunas orillas de las plaza están ocupados por personas que guardan una cierta distancia de los demás. Todo mundo trae cubrebocas o caretas de acrílico.
A la altura del memorial en honor a las víctimas de los caídos se encuentra un caracol formado en el piso por varios tenis y zapatos, que guarda en el centro del mismo una ofrenda con hojas de flor de cempasúchil y unas veladoras. Una joven con caracol de mar en mano lo hace sonar mientras lo recorre.
El ritual resulta ser una ofrenda para todos los que cayeron en la “lucha” de hace 52 años, “pero también para los que siguen en ella”, recalcan sus creadores. Y añaden que, terminado el evento, los pares de tenis serán llevados a casas de migrantes.
El Caracol de la memoria, como se le llama a esta representación, es observado y fotografiado por la mayoría de los presentes. Algunos, de una manera muy insistente, tratan de encontrar un par de tenis en buen estado, que al terminar el evento se llevarán sigilosamente.
Para el acto político-cultural que conmemora la masacre del 2 de octubre de 1968, a los grupos musicales se les ha destinado (a lo mucho) un cuarto de hora para tocar. Todos, grupos nóveles, hacen su mejor esfuerzo arriba del escenario. Afinados o desafinados, tocan ante lo que parece ser el distintivo en que se realizará todo el evento: la premura.
La oradora que lleva el evento conmina a todos los asistentes para que se queden al mitin, el cual se llevará acabo a las 5:00 pm; sin embargo, el fluir de la gente entrando y saliendo de la plaza es una constante.
Pedigüeños, voceadores de pequeños periódicos, vendedores de dulces y un joven que ofrece congeladas, pasan por los pocos asistentes al evento. Este último observa a sus posibles compradores. Se acerca para ofrecer su producto.
Por lo regular nadie le hace caso, sólo cuando el vendedor les dice en voz baja “también traigo pulque”. Los abordados lo voltean a ver con atención. Envuelto en una bolsa de supermercado verde, el garrafón que antes fuera de agua purificada color naranja, ahora luce a medio llenar con la bebida prehispánica.
Así, en vasos de unicel de un litro las y los compradores disfrutan del líquido de los dioses, baboso y blanquecino.
La bandera de México, que se encuentra en la Plaza de las Tres Culturas, está a media asta, y también es testigo de cómo los oradores del mitin apresuran su discurso.
Los diferentes movimientos sociales se presentan uno por uno. Son colectivos y colectivas de damnificados por el terremoto del 2017 en la CDMX; padres y madres de los 43 desparecidos de la Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa; defensores de derechos laborales de Tamaulipas y Chihuahua; trabajadores electricistas en resistencia del SME.
Además, grupos feministas y pobladores de San Salvador Atenco. Todos retratan los abusos a los que han sido sometidos por el modelo económico neoliberal. Sin dejar de lado el repudio de la matanza ocurrida hace 52 años.
Toca el turno a Félix Hernández Gamundi. Recuerda que en esta plaza se “inició el principio del fin del viejo régimen”. Realiza también rápidamente un recuento de lo que sucedió previo a aquella matanza estudiantil.
El exdirigente del Consejo Nacional de Huelga (CNH) recalca que están dadas las condiciones para que se juzguen a los expresidentes por delitos de lesa humanidad que se cometieron en sus mandatos.
Llama a rescatar la experiencia de los diferentes movimientos sociales y deja en claro que la organización es necesaria para hacer una sola fuerza y así “poder derrotar a la impunidad”.
“¡Esta es la principal importancia de estar aquí!”, subraya.
A las 6:10 pm Gamundi pide un minuto de silencio para honrar a los caídos. El silencio se apodera de la plaza. Los puños en alto y las banderas de diferentes organizaciones ondean ante el aire de invierno que ya se avecina.
Pasará tiempo para que los diferentes movimientos sociales logren amalgamarse entre sí mismos. Tendrán que superar los sectarismos en que muchos de ellos caen. Deberán de nutrirse de teorías políticas afines y estarán obligados a presionar a una izquierda partidista que sólo está preocupada por quien se quedará por los puestos políticos, presupuesto y el protagonismo para las próximas elecciones.
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