Por: Armando Martínez Leal
Tengo las alas prontas para alzarme,
con gusto vuelvo atrás,
porque de seguir siendo tiempo vivo,
tendría poca suerte.
el hereje ángel de Benjamin
El 25 de enero, ADELINE VIRGINIA STEPHEN cumpliría 137 años de vida, VIRGINIA WOOLF como la conoce el mundo entero nació en Londres, fue una escritora prolija escribió nueve novelas, cuentos, ensayos, varios volúmenes de cartas y diarios personales y participó activamente como conferencista. Es una digna representante de la vanguardia anglosajona y parte fundamental del MODERNISMO literario. WOOLF es una escritora de culto en la historia cultural de la humanidad por sus aportes a la literatura, pero también al MOVIMIENTO FEMINISTA que la considera precursora en la lucha por los derechos de la mujeres; de igual modo es sujeto de interés por los estudios QUEER, una de la nuevas vertientes de análisis de la biografía y obra de VIRGINIA WOOLF es aquella que intenta explicar su personalidad depresiva que la llevó al suicidio el 28 de marzo de 1941.
Sin embargo, tanto la vertiente de estudio psicologista que pone énfasis en su salud mental, derivando de ello un diagnóstico de bipolaridad —lo cual es un ejercicio enteramente especulativo—, así como aquella que le trata de imponer la etiqueta feminista; o bien, la que pone énfasis en sus relaciones lesbianas, no hacen más que generar malentendidos en torno a su obra. VIRGINIA WOOLF huye de las clasificaciones, es una escritora que no puede encuadrarse en un solo aspecto de su existencia. A lo mucho que se puede afirmar de su obra y existencia, en este tenor, es que fue una mujer leal a sus convicciones, a su búsqueda por el YO y a los problemas que ello generaba en el ámbito de la CONCIENCIA.
La serie de interpretaciones en torno a la figura de VIRGINIA WOOLF, tanto de su existencia como de su obra, están cercanas a lo que el semiólogo italiano, UMBERTO ECO llamó la “sobreinterpretación” de un texto, se trata del “ejercicio” de encontrar en un personaje o una idea desarrollada por el creador, en esta caso la autora, un conjunto de representaciones que sobrepasan el texto, que llevan a una lectura retorcida y tendenciosa del mismo con el objetivo de “fundamentar” una idea que subyace del lector-intérprete y no de la obra misma.
¿Fue feminista VIRGINIA WOOLF?, ¿fue lesbiana VIRGINIA WOOLF?, ¿fue feminista VIRGINIA WOOLF? ¿fue bipolar VIRGINIA WOOLF?… La respuesta a estas líneas “sobreinterpretativas” en torno a la obra y vida de WOOLF es NO; pero fundamentalmente no es lo importante para enmarcar la trascendencia y universalidad de una de las grandes escritoras del siglo XX. Es la obra, sus novelas, cuentos y ensayos lo que los lectores de la contemporaneidad deben de rescatar de una MUJER que luchó contra las ataduras de su tiempo y espacio. La “sobreinterpretación” de una obra o de una existencia es a todas luces deshonesta y poco escrupulosa.
Deshonesta porque VIRGINIA WOOLF en vida nunca se declaró feminista, como tampoco lesbiana, mucho menos fue diagnosticada como bipolar. La decisión inquebrantable de ser fiel a sí misma y que el campo de batalla era la literatura es lo que con certeza se puede afirmar de la escritora de ORLANDO, empresa en absoluto nada fácil para una mujer conciente de sus privilegios, por ende del campo de su libertad. En esa búsqueda y defensa del YO, ese sujeto ontológico olvidado por la filosofía y por la literatura misma, WOOLF se suma a una corriente literaria que es un punto de inflexión en la historia de las letras: la CORRIENTE DE LA CONCIENCIA, que busca a través de diversas técnicas hacer hablar al YO, como una especie de soliloquios que fluyen sin cesar, una vez abierta la caja de Pandora del YO es imposible parar su flujo.
Este ejercicio literario, —determinado por EL ULISES DE JAMES JOYCE—, implica en VIRGINA WOOLF develar los secretos, pero siempre con un grado extremo de complicidad, se devela y se vela la existencia del YO, llevando al límite la intimidad. El tema central de la novela es lo que le acontece a «una mente normal en un día normal»… en ese punto de quiebre joyceano, WOOLF tensa los recuerdos abrevando de la memoria, lo que importa, no es la “realidad” presente, sino los secretos que están contenidos en ella. La literatura es un ejercicio de desvelar y ocultar los profundos sentidos de nuestro estar en el mundo.
Lo simbólico ocupa aquí el lugar central, escribir por tanto no es volver ficción lo real, sino develar lo oculto del SER. La tarea del escritor por tanto, no es inventar realidades “lógicas” que sean presumiblemente creíbles; o bien, disfrazar los “hechos” con sobrenombres… el antifaz de lo real, sino ir en búsqueda de aquello que se perdió en el tiempo, que presumiblemente se ha olvidado; o bien, que ha sido desechado por la mecánica del PROGRESO. La literatura en este punto es una forma de conocimiento de lo humano que tiene como leitmotiv al YO. Ese YO que hurga la conciencia de NIETZSCHE, es el dilema de FREUD y se vuelve central en MARX… vasos comunicantes, puntos de inflexión.
En VIRGINA WOOLF, el dilema del YO es abordado a partir de la memoria, es su caso constituida por SU historia personal. Lo privado se vuelve un asunto público… por ello es necesario la reelaboración de la historia personal, así inicia el camino de la liberación de su YO, emancipación, develamiento de los recuerdos escribe de sí: “Adeline Virginia Stephen, la segunda hija de Leslie y Julia Prinsep Stephen, nacida el 25 de enero de 1882, descendiente de un gran número de antepasados, unos famosos y otros desconocidos; nacida en el seno de una familia numerosa, hija de padres acomodados, aunque no ricos, nacida en un mundo de fines del siglo xix, muy comunicativo, culto, epistolar, propenso a las visitas y a la elocuencia; de tal manera que, si quisiera tomarme tal molestia, podría escribir mucho aquí, no solo acerca de mi padre y de mi madre, sino acerca de tíos y tías, primos y amigos.”
Padres acomodados, viudos… la muerte signa los secretos, es el límite de la existencia producto de la orfandad religiosa donde inician las tramas familiares que no son nombradas. Permanecen en silencio, en los recuerdos y se expresan en la conciencia muda, en aquello que no se nombra pero está presente, aunque no sean tus recuerdos son parte de tu CONCIENCIA. Esa búsqueda del YO es producto de un cuestionamiento en sí que se expresa en la pregunta wolffiana: ¿Cómo expresar las identidades del mundo moderno?. La autora responde: “La vida no es una serie de lámparas dispuestas sistemáticamente; la vida es un halo luminoso, una envoltura semitransparente que nos rodea desde el nacimiento de nuestra conciencia hasta el fin. ¿No es acaso la tarea del novelista coger este espíritu cambiante, desconocido, ilimitado, con todas sus aberraciones y complejidades y con la menor mezcla posible de los hechos exteriores y ajenos?”
En este contexto, la tarea del escritor no es la invención de supuestos mundos fantásticos, como tampoco la creación de bestias que se alejan tanto de la existencia volviéndose un suprarelato de lo inexistente, no, la tarea es coger el espíritu cambiante, desconocido e ilimitado… las aberraciones del YO.
El 28 de marzo de 1941, VIRGINA WOOLF se puso el abrigo, llenó los bolsillos de piedras y se adentró en el río Ouse. Tres semanas después, su cuerpo fue encontrado, su marido decidió incinerar el cuerpo y esparcir sus cenizas en el jardín… ella descansa en la tierra, ella descansa de aquella desesperación que marcó su existencia. Su obra sigue en pie, en vilo confrontando a sus lectores y generando extrañas sobreinterpretaciones. Sin embargo, la tarea que emprende VIRGINA WOOLF a finales de la década de los veinte del siglo pasado sigue en pie, lo no-nombrado permanece oculto en la conciencia contemporánea y el escritor ha hecho de lado la tarea del novelista.