Por Víctor Del Real Muñoz
En las ciencias físicas, las ciencias exactas y las ciencias sociales y humanísticas, incluido el marxismo, el espíritu convencional, tridimensional, mecanicista, materialista y sensorial ha impuesto una conducta de percepción desde hace decenas de años.
Lo anterior fue producto de una gesta histórica que se logró a partir de Comte y desde el siglo de las luces, en donde el sentido de la evidencia física y palpable debiera ser el elemento central de todo avance científico y su legitimidad ante la comunidad científica al momento de probarse.
Lo anterior, evadiendo y nulificando lo que pareciera estar más allá de los sentidos humanos y los tres volúmenes físicos en cuanto a conciencia y percepción humana, en el sentido de la construcción de sus hipótesis para explicar su realidad o bien integrar nuevos conocimientos al respecto.
Sin embargo, en la actualidad es común que aparezcan etiquetas y títulos en conferencias, seminarios, cursos y nuevas carreras universitarias que hagan alarde de lo cuántico, lo multidimensional, u lo holístico, utilizando por ejemplo el enfoque de Carl Jung sobre el campo unificado, etcétera.
¿A caso estamos asistiendo a un nuevo cambio de paradigma en la ciencia? ¿Será que hoy la ciencia puede tomar aspectos que contribuyan a explicar ciertas realidades desde elementos que no encarnen una evidencia real, física, sensorial ni palpable?
En ciencias sociales, particularmente, en relaciones y política internacional, se habla de temas y líneas de influencia sobre determinada región a partir de conjeturas y lineamientos sociales, políticos, electorales y económicos que se dan en otras regiones del mundo, sin que directamente se pueda notar la influencia de tal fenómeno de una manera directa u obvia. ¿Cómo verán esto los políticos convencionales? ¿Aplicará para países como México?
En psicología, se habla de aquellos aspectos que son inherentes a la ley de la sincronicidad en Jung, entendido como toda línea energética que sale del pensamiento de una persona y que se vincula a otra, sin tener una evidencia física inmediata de este aspecto, y más, pensando en distancias enormes entre cada persona.
Lo anterior, logrando entre sí, a decir del enfoque de Jung, una correspondencia real mas no palpable sensorial ni tridimensional, asistiendo a creer desde un enfoque convencional en una supuesta coincidencia de pensamientos y recuerdos afines, y que hoy se ha demostrado que de verdad existe un vínculo y un canal directo de comunicación así, incluso desde miradas concomitantes a la telepatía científica (de usos militares, por ejemplo).
Pareciera que hoy existe una relación más estrecha entre lo que algunas veces fueron meras conjeturas de la era New age o del pensamiento alternativo derivadas de las históricas enseñanzas del yoga, el budismo, el cristianismo y otras religiones y creencias milenarias, con lo que hoy la ciencia formal y oficial está estudiando en cuanto a la ley de la atracción (aquello que se conoce como la utilización de El Secreto o el poder secreto).
Las leyes de El Secreto han sido estudiadas científicamente con experimentos como los de Vladimir Poponin y sus hipótesis del vacío y el ADN, o bien los análisis de Gregg Badden y el poder de la intención y el ADN, con resultados avalados y legitimados por la comunidad científica internacional.
¿Será que el siguiente paso de la ciencia internacional es recobrar viejos elementos de enlace que la relacionaban a la metafísica y la alquimia de los árabes y la edad media?
¿Volveremos a ver en la ciencia formal, vista como institución, una actitud alquímica desafiando los elementos materialistas de su ánimo funcional?
¿Esto podrá traer consecuencias políticas en el manejo institucional de la ciencia?
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