Por: Armando Martínez Leal
¿Cuál es más digna acción del ánimo,
sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta,
u oponer los brazos a este torrente de calamidades,
y darlas fin con atrevida resistencia?
Morir es dormir. ¿No más?
¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron
y los dolores sin número,
patrimonio de nuestra débil naturaleza?…
Hamlet
En 1955, Jack Kerouac realizó su cuarto viaje a la Ciudad de México; como en ocasiones anteriores se instaló en la guarida beat, el departamento de la cerrada de Orizaba 210; sin embargo, esta vez renta un cuarto de azotea en el mismo edificio, hecho de adobe, sin luz ni agua. Esta es la época madura del escritor, quien ya sabe lo que quiere y cómo lo desea escribir. Jorge García Robles señala que sus mejores libros fueron escritos durante este periodo, antes de que la fama lo abrumara como lo hizo.
Durante esta estancia en México, Kerouac redacta: “México City Blues” y la primera versión de “Tristessa” ambos emergen de la madurez del escritor, pero también de su estadío budista. En Tristessa narra la historia de un joven norteamericano que viajando rumbo a México se encuentra a una joven madre soltera de la cual termina profundamente enamorado: Teresa.
En el trasfondo de esta historia está el enamoramiento de Jack Kerouac por Esperanza Villanueva, una mexicana indígena que es la pareja del dealer de Burroughs. Esperanza es prostituta y adicta a los opiáceos; sin embargo, en el relato de Kerouac aparece bajo un halito de santidad. Madre soltera en la que el personaje principal encuentra consuelo.
El consuelo y la tristessa van de la mano, ambas son afecciones exclusivas del alma, la afectan; pero como el mismo Aristóteles señala, no se quedan solo en la dimensión del alma, sino aparecen en el cuerpo, estas son: valor, dulzura, miedo, compasión, osadía, alegría, amor y odio. En su “Poética” señala que la definición de las emociones y su existencia están determinadas a partir de su expresión material; es decir, cuando el cuerpo resulta afectado.
En la Edad Media, la humanidad vivió una de las pandemias más devastadoras: la peste negra, uno de los síntomas de ésta, era el retraimiento del ser, quien se volcaba a la melancolía: a la tristessa. Quien manifestaba tristessa, ensimismamiento, era diagnosticado como un posible enfermo, por tanto, era aislado del resto, como una solución al cúmulo de contagios devastadores.
Las afecciones del alma hacen que el cuerpo resulte afectado, la ira, por ejemplo, va acompañada de un calentamiento de la sangre, el temor causa temblores y palidez, mientras que la vergüenza se manifiesta con calor y rubor. La tristessa fue un síntoma de la peste negra. En la novela de Kerouac, la tristessa se expresa a través de una mirada perdida, casi tierna, que le da consuelo al personaje de la obra. Kerouac encuentra consuelo y felicidad en Tristessa, un personaje explotado en los campos recolectores de frutas, una migrante indígena, casi inocente, pero que es la vívida presencia de la tristessa y del consuelo.
Él es un joven en busca del camino, recreando su libertad, su ser. Ella es una madre soltera explotada, aherrojada, miserable, que trabaja largas jornadas en la recolección por una miserable suma para mantener a su pequeño. En la aparente fragilidad de Tristessa, el escritor encuentra el consuelo. En la tristessa Kerouac encuentra la posibilidad.
El Romanticismo (s. XVIII) entiende el carácter ambivalente de la tristessa y la melancolía, se trata de un elemento revolucionario, un tropo que demuestra la verdadera naturaleza de la condición humana. Frente a la apoteosis de la felicidad, de un mundo aparentemente perfecto, los Románticos cuestionan el proyecto civilizatorio: ¿Qué es la vida? Ya William Shakespeare se había antelado ante dicho predicamento, así en el famoso monólogo de Hamlet, príncipe de Dinamarca expresa: to be, or not to be, that is the question.
Ser o no ser, esa es la cuestión, desde la poética shakesperiana se mantiene vigente la pregunta fundamental; sin embargo, en la escenificación del monólogo, Hamlet le habla a una calavera, es a ella a quién le plantea la cuestión. La melancolía, categoría transversal en los Románticos, afecta al cuerpo al extremo de la muerte, el cráneo que sostiene el príncipe de Dinamarca es la muerte, Shakespeare le plantea la pregunta ontológica a la muerte y espera su respuesta.
La muerte es el límite de las afecciones corpóreas, no hay más cuerpo después de la muerte, tal vez queda el alma. Pero porqué Hamlet, o sea Shakespeare, no le hace la pregunta a Dios; es decir, al alma, sino se retrae al cuerpo, a lo que queda de él, a ese cadáver abandonado por la tristessa.
Esas calamidades que afectan el ánimo y que van hasta el cuerpo, al límite de éste, a la muerte, son las que tensan el discurrir sobre la cuestión que Hamlet señala: morir es dormir, no más. En ese sentido: ¿qué significa el despertar? si cada que dormimos estamos muertos. El espacio del sueño es el del alma, ahí la psique se expresa en todo su esplendor, ¿la muerte y los sueños van de la mano? La contraposición que elabora el Romanticismo entre la claridad de mediodía y la penumbra de las sombras donde lo onírico tiene su lugar, es entre la terrible certeza del saber racional versus las emociones del alma que afectan al cuerpo.
El carácter revolucionario de la muerte es que ésta como alegoría (Walter Benjamin), expresa el verdadero sentido de la vida, el cual es la muerte. El proyecto civilizatorio que se ha construido durante siglos, uno que aspira a la vida y a la eternidad del alma es ni más ni menos que un proyecto de muerte. Es la muerte la que le da consuelo a Kerouac; en contracara, Hamlet señala: “es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga.”
Para Aristóteles las emociones y sensaciones causan placer y dolor, la consideración de la muerte alarga nuestra infelicidad… nos da dolor que es parte de la vida. La tristessa causa dolor… uno que puede llevarte hasta la muerte, o al consuelo frente a la muerte; porque aquel que ha muerto ya no siente dolor, porque ha abandonado el cuerpo y no es el alma la que sufre. Sin embargo, Shakespeare mantiene la tensión to be, or not to be, that is the question …dormir o estar despierto, dormir eternamente… o dejar de soñar, entonces ¿quién deja de soñar ya no está afectado? ¿ya no hay tristessa? por tanto, tampoco consuelo. Simplemente la luz de mediodía. Hoy me abandono a soñar porque estar despierto no tiene ningún sentido, hoy me abandono a la tristessa porque no es posible estar feliz, no hay nada porqué estarlo.