Por: Francisco Daniel Hernández Reyes Un grupo de hombres bien vestidos entra a la habitación de una joven soltera de clase media. El silencio se convierte en música incidental mientras, de la nada, más chicas aparecen en escena y todos comienzan a bailar un arrabalero danzón. Uno se destaca por el resto y no, no es Tin Tan, quien también sale a cuadro. Es un chamaco de 17 años que se mueve como ningún otro. Salta. Se agacha. Mueve las piernas a toda velocidad. Se sube al piano que adorna…