Por Rosa Citlali Martínez Cervantes “Conviví con él desde niña: nos visitaba en Morelia o nosotros íbamos a verlo a México. Y a mí me encantaba sentarme en medio de él y mi papá a disfrutar sus pláticas alegres, profundas, ingeniosas, albureras, llenas de “malas palabras”, con chistes subidos de color, juegos palabras. Tal vez por eso salí medio mal hablada y con facilidad para pescar el doble sentido y el albur. Era el hombre más tierno, dulce y amoroso de la tierra; pero también terrible, implacable, firme y valiente…