Por Rivelino Rueda Foto: Camila Rueda Loya Hasta ahí llegaba el tufo nauseabundo por la putrefacción acelerada de los cientos de cadáveres que se apilaban, hora tras hora, en el campo de béisbol convertido en anfiteatro. Eso en los tiempos malos. En los tiempos buenos lo que caía del cielo eran hermosas bolas cosidas a mano por algún home run conectado al otro lado del río. Allá, por el inicio del siglo, también en los tiempos malos, la catedral del beis en Viaducto y Cuauhtémoc fue tumbada para dar paso a esa cosa cuadrada,…