Por Karina Hernández Araceli tenía treinta años. Pudo tener muchos planes para su futuro. Quizá pensó en cambiar de trabajo, salir de aquella fábrica de balastras y conseguir algo más cerca de su casa. Ella pudo pensar en que ya era el momento para tener un hijo con su novio. O dos, o tal vez tres. Llevaban 4 años de relación. Él, a lo mejor, pensó en casarse con ella y crear una familia. Pero tal vez Araceli no quería esto. Pudo haber trabajado años para ahorrar e irse a…