Por Alejandra Rojas Sebastián
Seis de la tarde. Casi acaba el día en la Escuela de Rosario. Sus lágrimas son tan grandes y tan fuertes que mojan el cemento donde se encuentra parada y algunas otras logran llegar hasta la planta baja del edificio escolar. Su llanto parece no tener alto, pero sabe, y está consciente, que puede formar parte de la lista interminable de mujeres adolescentes que, por un embarazo no deseado, no pueda concluir la secundaria.
“Traicioné la confianza de mi mamá”, dice la muchachita entre llanto y con la angustia de ser descubierta. Parece que en esos instantes se imagina todo el mundo que vendrá si eso sucede: casarse porque su mamá no la quiere en casa o irse con su padre, a quien no ve desde hace años. Aunque compartan la misma ciudad, no se frecuentan.
Rosario tiene 15 años cumplidos y si ella estuviera embarazada formaría parte de las 280 mil adolescentes que desertan de la escuela por este motivo. Su novio, con 18 años, pertenece al 7 por ciento de los que abandonan el nivel medio superior por la misma causa.
“Tiene tres días que no me baja”. Rosario aún está en angustia porque con un mes de retraso no sabe si está o no embarazada. En esa posibilidad, si Rosario no está embarazada, sería del 35 por ciento de jóvenes que tiene sus primeras relaciones sin protección.
Mientras mira a sus compañeros reír, jugarse bromas y platicar su próximo viaje de graduación por concluir secundaria, recuerda que su primera vez no utilizó ninguna protección porque, a pesar de que conoce sobre métodos anticonceptivos, hay una brecha muy grande entre conocer y los estigmas sociales, morales, familiares e incluso religiosos, para que el pudor y la vergüenza no le permitieran ir a una farmacia, ni siquiera por una pastilla de emergencia.
Sin embargo, esta noche, después de clase, irá acompañada de su novio a la misma farmacia –donde pudo haber prevenido esta angustia– por una prueba de embarazo desechable.
También existe otra posibilidad. Ella no quiere tener hijos a los 15 años, y si es que esa prueba de hoy sale positiva, existe una opción más, una que para las mujeres capitalinas que se encuentran en esta situación, la interrupción legal del embarazo hasta la semana 12 del mismo, se convirtió en un derecho sobre su cuerpo.
Desde el 2007 más de 69 mil 861 mujeres han utilizado este beneficio. Pero Rosario sabe que necesitará obligatoriamente la aprobación y autorización de su mamá por ser menor de edad para poder llevarse a cabo.
El timbre de cambio de hora suena. Rosario, más calmada, piensa las tantas respuestas que puede darle a esto y las tantas opciones que tuvo para que hoy no llorara, ni para que su vida se viera en vilo por no prevenir.
Y es que aunque los comerciales del sector salud, que rezan eso de que “sin gorrito no hay fiesta”, no han tenido tanto impacto si en casa, o en la calle, o en las novelas, continúan catalogando a una mujer que tiene relaciones como “pecadora”, “fácil” o “sin valores”, y que “no respeta su cuerpo”.