Por Víctor Manuel Del Real Muñoz
A partir de la llegada del presidente electo Andrés Manuel López Obrador al gobierno federal de México, debe ser el camino para reivindicar una inflexión social y cultural en el sistema de valores, conductas y planteamientos colectivos para nuestro país.
Se debe frenar de tajo y de forma progresiva, asumiendo que será imposible que se extermine por completo al principio, la violencia y el derramamiento de sangre permanente que por las calles de nuestra nación se puede ver casi a diario.
México debe empezar a aspirar de forma trascendental a ser de los países más seguros del mundo, y dejar atrás los legados tétricos de la Noche trágica de Iguala con respecto a la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, Tlatlaya, Tanhuato, Atenco, las fosas clandestinas, las miles de masacres, las muertes de los periodistas, el ataque a las libertades, etc. México merece la felicidad social. Así de claro.
México debe ir sustituyendo de a poco esos dispositivos de desconfianza que entre mexicanos, siendo compañeros de trabajo, de escuela, vecinos o simples coincidentes de calle nos tenemos; México en su mayoría debe abrirle paso a la armonía, a la sanidad, al disfrute, a la compatibilidad entre iguales de parte de sus ciudadanos.
Lo anterior evidentemente no se logra con promesas ni tampoco con voluntades solamente; eso es quizá sólo el inicio. Esto se cumple con políticas transformadoras, con reformas, con cambios estructurales, con una reorientación de la educación, de los valores, del amor a la nación, de la visión colectiva de la vida, de la camaradería ciudadana y cívica, del impulso hacia el fortalecimiento del tejido social de nuestro pueblo.
Otro tipo de política es posible
Es momento también de replantearnos qué perfil de política queremos, cuántos representantes populares necesitamos en las cámaras (no tanto por un asunto presupuestal), qué nuevas reorientaciones le damos a la actividad política de la ciudadanía; ¿Qué pasa si empezamos a ensayar experimentos de organización popular por fuera del partido tradicional? Hay que ir supliendo los esquemas arcaicos de hacer política en México y en el mundo.
Hay que ir tejiendo estructuras de análisis ciudadano que visualicen las prioridades estructurales que como nación tenemos en relación con la dinámica global ya sin patrones neoliberales. El mundo está virando, se está reorientando y tenemos la obligación histórica de acompañar esa modificación.
Es momento de que las cámaras de representantes y la alta burocracia del pueblo esté obligada a llevar una vida sencilla, por fuera de los estándares de las clases altas, con principios objetivos, reales y morales de austeridad, priorizando su función popular de carácter honorable; reitero, esto no por un asunto de presupuesto, sino por un tema de principios republicanos, de compatibilidad con el nivel de vida del grueso de nuestra población.
Ya basta de burócratas, servidores y representantes públicos con licencias snob mientras sesenta millones de personas viven en la miseria en este país. Ya basta de ladrones como los Duarte y toda esa ridícula pandilla de miserables, cretinos, parásitos (en sentido de actitudes, no en un calificativo ofensivo) que se burlan de nuestra gente, y lucran con el sudor de todos nosotros.
Es momento que la política sea cercana a nosotros, que nosotros seamos la prioridad, y que ellos vivan, rindan cuentas, y se conlleven (incluso en sus gustos mediante un criterio de OBLIGACIÓN MORAL de TIPO REPUBLICANO) con márgenes de vida, consumo y hasta excesos que sean equiparables a los que la mayoría de nuestro país nos podemos dar.
¿Se imaginan a un ciudadano de la alta montaña de Guerrero, de la zona Lacandona de Chiapas, de las zonas marginadas de Iztapalapa, de la Sierra Tarahumara, de los barrios bravos de Monterrey o Guadalajara, o del semidesierto sonorense, viendo a sus representantes populares en camionetas de un millón de pesos, comiendo siempre en el Portón o en el Vips, y vistiendo ropas finas de marcas estadounidenses y europeas?
¿Eso es un perfil de político republicano?, ¿Por qué no obligar a la clase política a emular el estilo de vida de la mayoría de su pueblo al estilo José “Pepe” Mujica en Uruguay?, eso sin duda sería una verdadera convicción de AMPLIA AUSTERIDAD REPUBLICANA.
Ser republicano, de izquierda, de valores progresistas de dientes pa´ fuera, es casi como dar atole con el dedo de forma elegante y condescendiente. Transformemos la política de nuestro país; hagamos fuerza para ser republicanos, modernos y progresistas en la nueva era de la nación. Acá no vale solo comer el desayuno en tupers.