Por Enrique Damián Miranda Corona.
Los cables de luz de la colonia Presidentes Ejidales son una instalación baja que va de acuerdo a las construcciones permitidas por el uso de suelo, de dos pisos máximo.
Por lo menos una vez a la semana el problema se repite. El camión de la basura apila sobre su techo cajas, bolsas o incluso colchones que alcanzan una altura suficiente para jalar el cableado y dejar por horas a la colonia sin luz, teléfono e Internet.
La solución del gobierno es proveer con carritos basureros (que son el armado de dos tambos grandes unidos con ruedas debajo), pero detrás de cada trabajador de la recolección de basura actúa como respaldo un sindicato poco conocido pero sumamente poderoso, sindicato que manda camiones a zonas prohibidas.
El sindicato es desconocido por mucha gente. Su oculto proceder y su nublada existencia han permitido que sus decisiones, apoyos políticos y finanzas sean todo un arroyo de dudas y cuestionamientos éticos.
El recolector de basura destinado a esta colonia, en la delegación Coyoacán, tiene constantes pleitos con los que vienen en el camión del Gobierno del Distrito Federal, aun cuando su papá le dejó el puesto y el «carrito». Su padre ahora pertenece al sindicato.
Pepe, quien recorre esta calle de la colonia Presidentes Ejidales cada tercer día, describe a su padre –quien ya se encuentra en un alto puesto del sindicato y que ha preferido mantener en el anonimato– como «alcohólico, apostador, sin problema en ignorar fraudes o tapar a sus compañeros en «ilegalidades». Por algo subió hasta arriba sin broncas».
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Uno de los mayores escándalos de corrupción e impunidad del que se puede dar testimonio es la muerte del hermano del conductor del camión por impertinencia de éste último. Sucedió el 12 de febrero por la mañana.
El camión recolector suele ingresar a ciertas calles en reversa por la estreches y la practicidad. El estéreo raya en lo «antrero». Es un insulto a la hora tan temprana que el ruido de música de banda inunda las casas.
El camión comienza su reversa, acompañado de un «bip-bip» que marca el retroceso de la marcha fusionado con un infernal y estrepitoso sonido de la música de los trabajadores. El hermano del que está al volante chifla pausadamente para indicar el típico «viene, viene», pero el conductor no lo escucha, y no lo volverá a escuchar.
El joven de 21 años que chifla al camión, señalando que existe todavía espacio, se tropieza. Grita frenéticamente al chofer que se detenga porque tiene el camión a dos metros. Su hermano, el chofer, no escucha. Hay demasiado ruido que no debería haber. Las llantas traseras del lado izquierdo le pasan por encima del cuerpo, desde la pierna izquierda sobre la espalda y por milagro, no aplasta la cabeza.
La muerte es inmediata, los órganos internos completamente demolidos, algunos vecinos gritan con desesperación para que frene el chofer pero es muy tarde. La policía llega, detiene al conductor. Ésta vez hubiera sido preferible que el camión tirara los cables de luz, pero se ha abatido una vida.
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«Hay mucho, mucho dinero que nadie investiga y que la gente no tiene ni idea de que existe, los políticos que saben buscan a los líderes para agarrar miles de votos seguros a cambio de un chingo de favores, porque pues dinero ya lo tienen», dice Pepe acerca del sindicato de recolectores de basura.
Un monstruo que vive en las sombras, un grupo de sindicalizados que vemos a diario y cuyo poder desconocemos. «Es peligroso, hay mucha mafia y todos quieren liderar, por eso yo creo que no ha salido, pues a la luz, ¿no?».
A la fecha, el conductor del camión que por imprudencia mató a su hermano sigue conduciendo cada mañana por la colonia Presidentes Ejidales. No se sabe cómo salió de la cárcel o si por lo menos enfrentó un proceso legal.
Lo que pasó ese día cuando se lo llevó la patrulla nadie lo sabe, o al menos nadie que no pertenezca al sindicato y su desconocida protección. Hoy, por lo menos una vez al mes, los cables siguen cayendo y dejando sin luz a esta zona de Coyoacán.