Por Víctor Manuel Del Real Muñoz
Esta misma semana en la revista semanal digital de Reversos se publicará un texto de autoría personal titulado: “Estados Unidos y su tendencia a la soledad geopolítica”.
En dicho texto intento exponer, entre otras, los riesgos de que el gobierno norteamericano actúe con formas, maneras y protocolos poco prudentes en términos diplomáticos, sobre todo ante países líderes del mundo.
Ahora bien, en torno a la reunión del G-20 en Osaka de estos días, el Presidente Trump, a nombre de los Estados Unidos, ha decidido dar un viraje interesante, pero sobre todo estructural en términos internacionales y diplomáticos, no se sabe si en cauces francos o con un sentimiento de falsedad implícito.
Por un lado: ceder ante las presiones económicas del mundo hacia Estados Unidos (a pesar de los bonos electorales que esto le ha traído a Trump desde su base popular), optar por la tregua comercial con China, restableciendo lazos comerciales y productivos, con abrazo y saludo incluido al ministro Xi Jinping, al parecer en buena lid
Por otro lado: ser tolerante, mas no ceder, con las migajas discursivas que sobran (nunca mejor dicho) del neoliberalismo internacional y el slogan del “libre comercio”; mantener su discurso en contra del cambio climático pero respetando a los países que si firman el Acuerdo de Paris.
Es decir, la totalidad del G-20 menos Estados Unidos, y sobre todo conllevarse con mesura, ánimo y convicción por la diplomacia, el buen ambiente internacional y la disposición al acuerdo en todos los frentes. Estos puntos caracterizaron a Estados Unidos en la reunión de Osaka durante estos dos días.
En resumen, la mesura, el diálogo y las buenas formas distinguieron al Gobierno norteamericano. Esto, sin duda, abre camino al futuro electoral de Donald Trump y la incidencia geopolítica que pueda definir el rumbo presidencial de Estados Unidos en 2020.
Esta reunión deja en claro que las tres potencias del momento son China, Estados Unidos y Rusia. Estos tres países toman decisiones y caminos para la humanidad entera en lo más profundo del itinerario mundial. No caben dudas al respecto.
También se hace extensivo el saber que existen compatibilidades bastante pronunciadas y claras entre China y Estados Unidos, así como entre Rusia y Estados Unidos, a pesar de las malas formas de Trump, los desafíos con aromas electorales que este último impone de la noche a la mañana y que luego se deslinda o manda prescindir, y las disputas comerciales al respecto, incluso aquellas que derivan en tensiones relativamente fuertes. Estados Unidos en doble sentido en estos momentos.
En el fondo, la postura económica de Estados Unidos es similar a la de China y de Rusia; además, las formas de entender la tutela del Estado, la responsabilidad pública, el contexto y el lenguaje de las masas, así como las necesidades estructurales y la vorágine geopolítica son similares en los tres países. Se reitera, el mundo en la actualidad es dominado por China, Estados Unidos y Rusia.
La llegada de Trump a Corea del Norte, y el paso como ciudadano estadounidense a territorio norcoreano, hablan y simbolizan un acuerdo oculto, una correspondencia política y geopolítica, un abrazo invisible, recordemos que la política es de lenguajes y símbolos también.
Es posible pensar que parte de la inflexión del terreno político empiece con hacer más claras las compatibilidades de Estados Unidos con los países del mundo, China y Rusia especialmente, que no están inscritos en el terreno del liberalismo político y que tienen otras maneras de regirse políticamente hablando.
El abrazo de Trump con Kim Jong Un, es quizás un símbolo inflexivo que nos hace enderezar el rumbo del análisis coyuntural y de las categorías políticas, del dualismo izquierda-derecha, y mirar desde otra perspectiva, el lazo geopolítico, más allá de las ideologías y las banderas occidentales. No se trata de un mero acto diplomático, o de mera imagen internacional.
Estados Unidos puede enarbolar una inflexión político-cultural desde Occidente inclusive. El control del mundo está en juego, no debe de sorprendernos, pero tampoco podemos dejar de lado nuestra capacidad de asombro y nuestro riesgo de asustarnos.
Está claro que Estados Unidos juega con la dialéctica del sentimiento y del doble sentido, en ambas direcciones por supuesto; actúa quizás con un sentido de bipolaridad, que desde luego le trae réditos y credenciales internacionales a Donald Trump.
Está claro también que muchos paradigmas de la política internacional, tal cual como los conocemos, pueden cambiar o extinguirse en el corto plazo. ¿Qué implicaciones trae esto a nivel internacional? ¿Esto huele a dictadura mundial? ¿Volvemos a las épocas oscuras del fascismo global? No tengo la respuesta ni el contexto preciso para responderlo, usted saque sus propias conclusiones sobre qué aromas tienen estas nuevas derivaciones de la geopolítica mundial.
Sin embargo, como reto intelectual incluso, podemos visualizar en el fondo de la reflexión, que a pesar de las rivalidades y disputas, hay formas, maneras y acuerdos, procedimientos políticos, que se parecen entre China, Estados Unidos y Rusia, y que derivan en una clara, contundente y asombrosa nueva manera de liderar el orden internacional.