Ni guerrilleros, ni terroristas: la comunicación y el manejo mediático, su mejor arma

Por Guillermo Torres
A veinticinco años del alzamiento del EZLN y pese al cerco mediático de la oligarquía de los medios masivos en México, el movimiento zapatista lejos de perder fuerza continúa con una legitimidad indiscutible dentro de su lucha.

Si bien es cierto que el neozapatismo ha pasado por mejores momentos, también es verdad que no es en sí una respuesta sino más bien una buena pregunta, pregunta cuya respuesta se está buscando y planteando en diversos contextos culturales y sociales del Planeta.

Pregunta que andando y desandando encuentros civiles se intenta llegar a una respuesta como alternativa al “pensamiento único” que pretende ser impuesto en lo que el gobierno norteamericano ha denominado el “fin de la historia”. Ofreciendo comoargumento de venta a la opinión pública las “bondades” del paraíso neoliberal.

Quizá un punto importante a considerar es el hecho de que estamos hablando de un movimiento con una base social que si bien en un principio se manifestó mediante las armas, también es cierto que supo escuchar la demanda de paz de la sociedad civil para darle una salida mediante el diálogo; y de ese modo en lugar de llevar al país a la ingobernabilidad y a una guerra ha seguido desde entonces la vía del diálogo, de la palabra.

En palabras del sociólogo francés Alain Touraine define que es exactamente lo contrario a un movimiento guerrillero, es el fin del periodo guerrillero. Marcos es el antiguerrillero por excelencia, o es el antiguerrillero porque en pocos días propuso el cambio de la sociedad mexicana para que sea capaz de entender y aceptar a las comunidades indígenas… No es ni guerrillero ni terrorista. Es el representante de un movimiento social de base.

Probablemente sea ese uno de sus más grandes méritos, el hecho de aportar nuevos elementos que den lugar a la refundación de la izquierda mexicana. Esto se ha manifestado de manera clara en el surgimiento de los caracoles zapatistas y las juntas de buen gobierno.

De unos meses a la fecha el zapatismo ha hecho enteramente explícito y en total congruencia entre lo que dice y lo que hace; la necesidad de profundizar y consolidar sus respectivos procesos de autonomía a través de los municipios autónomos y las juntas de buen gobierno agrupados en cinco caracoles que instituyeron.

Han establecido una nueva manera de hablarle al poder y a la sociedad civil que más que generar opinión pública dio lugar a una interlocución, el manejo comunicacional que se ha hecho es un verdadero agente mediático y dentro de todo este proceso el factor que le ha dado esa autoridad moral ha sido el hecho de no buscar la toma del poder, situación que no es del todo creíble para la oligarquía que aún prevalece en México ya que el criterio y cultura políticas, no les permite entender que este es un país que tiene que construirse en la diversidad, la inclusión, la participación ciudadana y la tolerancia.

Lo cierto es que, no solamente no luchan por el poder sino que nunca se ha seguido un planteamiento dentro de la izquierda clásica y todo ello aunado a la no violencia que ha ejercido el movimiento zapatista ha dado lugar a un fenómeno político innovador digno no solamente de analizarse sino de estar pendiente de ello incluso como indicador de la situación que vivimos en México.

Es decir, me parece un poco difícil hablar de democracia cuando existe aún marginación social y exclusión, situación que teóricamente puede definirse como racismo; está claro que negar la identidad cultural de los pueblos indígenas no es precisamente un hecho que nos ubique en una transición a la democracia como es lo deseable, democracia no es sinónimo de alternancia al poder, ese es solamente el primer paso.

Es interesante pensar sobre el hecho de que la interacción de la sociedad civil internacional y la mexicana, en constantes encuentros de diálogo han dado lugar a una importante expansión de lo que se puede definir como zapatismo civil planetario. Y dentro de este intercambio se ha gestado un esquema de trabajo solidario y colaboración humanitaria.

De este modo, con este intercambio el zapatismo ha reforzado de manera importante su planteamiento incluyente dentro de la multiculturalidad, es decir, plantea aportaciones interesantes dentro del marco de un Estado democrático, multicultural y multiétnico; aún se encuentra pendiente aceptar la existencia y dar reconocimiento de la autonomía indígena, tal como fue acordado en los Acuerdos de San Andrés.

El nacimiento de los caracoles zapatistas es una sensata respuesta al escepticismo y negativa de algunos actores políticos y sociales mexicanos que aún no han aceptado estos acuerdos.

Estamos ante una organización mayoritariamente indígena no de carácter local, sino de alcances globales haciendo un importante esfuerzo político que está siendo capaz de romper de manera consistente el paradigma del “pensamiento único” y el “fin de la historia” neocolonialista – imperialista.

Es importante destacar que la emergencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional se inscribe en un proceso de crisis de la izquierda mexicana y un claro proceso de involución política. Su proyecto de transformación conlleva una renovación en las formas y estrategias de comunicación del discurso zapatista y su mensaje, permeando y concretándose así como un referente para los movimientos político – sociales de América Latina y Europa.

Está claro que con el zapatismo ha emergido una nueva dimensión política en la lucha por la democracia en México.

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