México, una sociedad en descomposición

Por Juan Alberto Alva

Habían pasado unos días de que arrancara este año, cuando el país fue cimbrado por una noticia que detuvo todo. Un alumno de primaria, de tan sólo 11 años de edad, había abierto fuego en su escuela, matando a una maestra, hiriendo a sus compañeros y después se había suicidado.

Las especulaciones comenzaron. Decían que había sido influenciado por un juego de video llamado Natural Selection. “Trató de recrearlo”, decía un compañero del menor, quien además indicó que, antes de abrir fuego, el menor dijo “Hoy es el día”.

Transcurridos los días se pudo advertir que el niño vivía con sus abuelos. Su madre había fallecido hace aproximadamente 2 años; un padre ausente que ni siquiera tiene conocimiento de cómo adquirió el arma. Es decir, se trata de un niño que proviene de una familia totalmente desintegrada.

Desde luego, las autoridades, en atención a sus facultades, comenzaron las investigaciones y determinaron que el arma era del abuelo del menor, por lo que tomaron la decisión iniciar una investigación en su contra.

Es cierto, quizá el abuelo del menor fue el culpable directo, por haber tenido un arma al alcance del niño, pero no sólo él. Hay que ver el trasfondo del entorno familiar del menor, la sociedad, el ambiente en el que se desenvolvió.

Desgraciadamente, México y, en general el mundo, vive un momento de crisis, en donde las enfermedades del momento son el estrés y la depresión, en donde la violencia se ha vuelto en una constante, los valores se han perdido; hay carencias económicas, desórdenes alimenticios, un ambiente cada vez más contaminado, familias divididas, una sociedad cada vez más preocupada por el estatus o el qué dirán de ellos en las redes sociales.

Realmente las nuevas generaciones, sí, son generaciones muy avanzadas, llamadas generaciones tecnológicas, pero también son las generaciones que crecen solas, pues ahora ambos padres trabajan; también nos encontramos imbuidos en la tecnología, en esa necesidad de aceptación, olvidando jugar con nuestros hijos, pasar tiempo juntos, ver una película juntos, leer en familia, en fin, actividades para rescatar esa relación y además formar niños felices para que en un futuro sean adultos de provecho.

Es muy fácil culpar al gobierno o a las autoridades, cuando la verdad es que la verdadera educación comienza en casa, con buenos ejemplos. Debemos seducir a esos niños con modelos sanos, con amor y fraternidad. Si ellos observan que en el hogar sólo hay violencia, malos tratos, malas palabras, engaños, creerán que eso es lo normal y así llevaran su vida.

En cambio, sí fomentamos valores, si ven cordialidad entre los padres, interés por la educación, por la responsabilidad, ellos irán copiando esas actitudes, y si además mostramos interés por ellos y les damos el trato que realmente merecen ellos lo valorarán.

Lo sucedido en Torreón, Coahuila, no sólo fue un acontecimiento que tocó las primeras planas de los diarios más importantes del país, sino que fue un hecho que, como sociedad, debe llevarnos a una profunda reflexión y a tomar medidas para cambiar, a inyectar felicidad en nuestros hijos, a demostrarles el interés que tenemos por ellos.

La solución está en formar niños sanos y felices, crear un entorno agradable que tengan un recuerdo bonito. Este amargo suceso debe servir para que los padres seamos conscientes de la importancia de dar un tiempo para convivir con nuestros hijos, alejarlos de la violencia y, desde luego, fomentarles el amor y cordialidad por las demás personas pero, sobre todo, por ellos mismos.

Lo importante es enseñarlos a tomar decisiones, a manejar el estrés y la frustración, a tener confianza en sí mismos, expresando sus cualidades, hay que gestionar las emociones de nuestros pequeños, es decir, comprender sus emociones, y hacer que sientan empatía por los demás. Hay que educar la voluntad y fomentar el optimismo, la ilusión y la imaginación en esos pequeños, para que guiarlos en un desarrollo sano, hay que recordar que ellos serán el futuro de este mundo, serán los que guíen al mundo en unos años.

Algo muy importante es enseñar a nuestros pequeños a la humildad, a pedir perdón, a ser agradecidos.

Lo cierto es que aún hay esperanza en esta sociedad, si hacemos que nuestros pequeños se sientan queridos, amados, podemos evitar que se repita un suceso como el que se dio el pasado 10 de enero de esta nueva década.

Twitter @JuanAlberto3035

 

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