La tercera guerra mundial se acerca, y será por el agua.

Por Karina Hernández

Nunca había sido testigo de un corte de agua tan grande en la CDMX, en realidad nadie. Recuerdo aquellas historias que mis tíos me contaban, cómo después de largos partidos de básquet, retas de futbol, carreritas o andar en bici, si les daba sed, podían acercarse a cualquier toma de agua y beber sin ningún problema. He abierto las pocas que me he encontrado, no sale nada.

Ahora ni siquiera sale de las llaves de mi casa. Recuerdo que, al ser anunciado el corte de agua, las cubetas tomaron terreno en el patio trasero. Nunca había visto tantas. Pensaba en cómo un líquido podía ser tan benéfico, pero al mismo tiempo capaz de ocasionar la guerra.

Imagino esta escasez a nivel mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF, en 2017 fueron 2.1 billones de personas las que carecen de servicio de agua potable.

Al año mueren 340 mil niños por enfermedades diarreicas, sufren una fuerte deshidratación y no tienen acceso al líquido vital para todo ser vivo.

Esto pasa en todo el mundo, no se trata de cortes al suministro que te da la oportunidad de prepararte para sobrevivir, sino de millones de familias que diariamente recorren grandes distancias en busca de dos cubetas, que ven morir a sus hijos, que han estado en esta situación por años.

Tan solo ahora, en la ciudad, los primeros tres días seguía cayendo agua de a poco. Pero los siguientes, al comunicarse la extensión del corte a una semana, fue donde pude ver el caos. El verdadero ser humano. Lo que serían capaces de hacer por una cubeta con agua. Y eso, únicamente a mi alrededor.

Anoche, al séptimo día del corte, una pipa llegó. Escuché los gritos de las vecinas: “¡Salte a formar, rápido!”. En menos de dos minutos, llegaron personas hasta con tres cubetas cada una y haciendo una fila larga, en espera de alcanzar de menos una de ese líquido.

Como todo, el pleito no se hizo esperar. Una mujer intentó meterse en los primeros lugares mientras otra llenaba sus garrafones del agua que alguien más había logrado juntar.

Los insultos aparecieron, empujones que casi terminan en golpes, la frustración de las últimas personas al saber que no alcanzarían ni una gota. Y así fue.

La desesperación al haber obtenido solo una cubeta a la mitad. Las caras enojadas. Otras desesperadas. Y recalco, esto únicamente frente a la casa donde he pasado los últimos siete años de mi vida. No había visto algo así. Esta ocasión fueron personas peleando por un balde con agua, en algunos años serán potencias mundiales.

La tercera guerra mundial no será con grandes armas nucleares, o puede que sí, pero la principal causa, sin duda, va a ser el agua. Ahora fueron días, pero llegaban pipas. Después podría tratarse de tiempo indefinido, como ya sucede en otras partes del mundo, sin otra opción que sobrevivir con lo que se ha juntado.

Los insultos pasarán a golpes y éstos a fuertes luchas donde la muerte aparezca. No estamos demasiado lejos de la gran falta de agua, según la ONU, en 2050. Pero para esto nadie está preparado y poco se ha hecho para, de menos, alargar el plazo.

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