Estados Unidos, en su lucha por la hegemonía internacional, sueño por ahora vulnerado y parcialmente afectado por el ascenso comercial, económico, financiero y de liderazgo mundial de China y Rusia respectivamente, se debate en una futura encrucijada electoral que le puede derivar en una crisis política con repercusiones globales; ¿y cuál es esta? su propia contienda electoral.
Desde ahora y para los meses venideros Estados Unidos vivirá momentos de suma tensión local, algo que en efecto siempre ha acompañado su historia como país independiente, pero que sin duda será punto nodal y determinante en el futuro inmediato para la reorganización de fuerzas políticas, económicas, financieras y militares al interior de la élite estructural de esta nación. Donald Trump aventaja, no se tienen dudas al respecto.
La polarización siempre ha acompañado el escenario político de la historia de Estados Unidos, la calentura de sus fuerzas políticas sumada a la efervescencia de sus liderazgos internos, incluidos los del senado de la República.
Sin embargo, 2019 será muy determinante y aún más polarizante por una ebullición que se explica también desde la constante diversidad de momentos políticos y sociales en el mundo entero, Europa, México, Rusia y China particularmente, directamente influidos por la vorágine estadounidense.
Hay una surte diastólica y dialéctica en todo el enramado social de los países del mundo, con alta repercusión de la dinámica de fuerzas políticas desde Estados Unidos.
Por otro lado, está el uso electoral y electorero que Donald Trump le ha venido dando al tema del muro con México e incluso las amenazas de “leche”, casi de a mentiritas, que su alto bureau político hace de mandar tropas, estructuras de combate y todo lo que se necesite para derrocar a Nicolás Maduro y el régimen socialista bolivariano de Venezuela.
Está claro que por ahora el Gobierno norteamericano de acuerdo a las propias denuncias de su mandatario no cuenta con la solvencia financiera ni la disposición política para armar un nuevo frente militarista, teniendo como rival directo a Venezuela, pero indirectamente la cada vez más vinculante, progresiva y armoniosa dupla hegemónica llamada China y Rusia.
Sin embargo, siempre que se tengan amenazas de intervención militar desde Estados Unidos, y existan pronunciamientos al respecto, siempre se deberá actuar con mesura, y cautela.
Nunca está de más mencionar que a pesar de la fragilidad del imperio su capacidad y disposición militar incita al miedo y a la paranoia; no es fácil administrar el acoso estadounidense, incluso cuando este se quede en las puras amenazas.
Al interior de Estados Unidos la imagen de un Estado fuerte, dominante, amante de la tradicional Doctrina Monroe, retadora, determinante, además de xenófoba, clasista, conservadora y de derecha, haciendo honores del pasado fundacional de esta nación, sobre todo para las capas dominantes de la población norteamericana derivada del formato WASP, partidarias del supremacismoblanco, viene bien para consagrar un ánimo y un espíritu de gladiador, de saber que se puede y que el poder sigue en la geografía estadounidense, mientras en la realidad el rol hegemónico de este país se desvanece y la dominancia norteamericana se cuestiona cada vez más en todo el planeta.
No se puede descartar el hecho de que en la actualidad Donald Trump aventaja los escenarios electorales venideros, por un lado, ante la inexistencia de un liderazgo serio en el Partido Demócrata, por otro ante la falta de un adversario interesante en el Partido Republicano.
Al parecer la versión y visión corporativa, xenófoba, empresarial, y conservadora de la vida social, económica y política de Estados Unidos desde Donald Trump y el séquito de acompañantes e impulsadores que le respaldan (grupos de poder económico y social detrás de él) continuará hasta 2024.