Independientemente de los factores que nos hacen reconocer que Estados Unidos sigue manteniendo un control geopolítico característico de un liderazgo único en un objetivado orden internacional, la actualidad del mundo nos hace ver que el imperio norteamericano se vuelve vulnerable de forma constante y continua en algunos otros puntos, y esto es relativamente sencillo de ver en la cotidianidad de los fenómenos coyunturales internacionales.
Por obvias razones Estados Unidos sabe y sabrá (de cara al futuro), vender cara la derrota progresiva que terminará por desbancarle de ser el pilar estelar en el mundo, pero está claro que conservará un poder impresionante, aunque el apodo de ser la Nueva Roma irá diluyéndose poco a poco. Cada vez es más claro el rumbo tripolar del nuevo orden mundial, entre Estados Unidos, Rusia y China.
El mundo tiene claro que también es peligroso prescindir de forma mayúscula y alebrestada del control, dominio y presión estadounidense en el plano coyuntural. Los primeros en tenerlo claro en la actualidad sin duda son Rusia y China por cierto.
Hay bastantes acuerdos de por medio, entre ellos los concernientes a los temas energéticos, militares, el aspecto nuclear, los temas comerciales y monetarios, por ende se tiene claro que ante un desequilibrio diplomático, en automático se causaría un colapso brutal, con posibilidades de fricción bélica internacional.
Estados Unidos mantiene un liderazgo muy interesante en la actualidad, sobre todo en función a los alerones occidentales más importantes del mundo, que tiene que ver con aspectos relacionados al comercio exterior, la banca, el sistema crediticio-financiero-bursátil (regulado o globalizado neoliberalmente, ambos con vínculos vitales en Chicago y Nueva York).
Además, el tema armamentista, la seguridad internacional, el control de los océanos, la disposición de las flotas militares (ya sea la milicia norteamericana en varias partes del mundo, o los escuadrones militares conjuntos, por ejemplo aquellos comandados desde la OTAN, o los coordinados en pareja y en conjunto con Francia, Inglaterra, Alemania, o algunos países del resto de Europa; también en casos excepcionales con Rusia).
Muchos analistas han venido advirtiendo de las ebulliciones globales que mantienen caliente la estabilidad internacional de Estados Unidos, sobre todo en relación con los riesgos de la dualidad (muy extrema por cierto) conllevada entre los norteamericanos y Rusia (con un buen entendimiento económico, ciertas coincidencias del orden coyuntural, pero serias rivalidades y enemistades en el plano militar, bélico y expansionista).
Además de la crisis comercial y crediticia desatada con China (en clara ventaja para el país asiático, ya que China tiene miras muy certeras a ser la primer potencia global en materia de producción y comercio en los próximos cinco años, primer indicio indudable de la caída de la “Nueva Roma” llamada Estados Unidos), más algunas las relaciones ligera o duramente desgastadas con algunos países de la periferia europea como Hungría o Turquía, aunado a la rivalidad con los países occidentales poderosos que relativamente mantienen una continuada predilección por el neoliberalismo globalista financierista (casos puntuales de Canadá, Alemania y Francia), no obstante los puntos de acuerdo en temas comerciales (por citar el nuevo T-MEC, derivado del USMCA, léase la nueva reorientación del TLCAN, con México y Canadá) así como ciertos patrones de coincidencia en el manejo del tema nuclear con Alemania, Francia e Inglaterra.
Estados Unidos tiene temas pendientes en América Latina que le podrán significar un desgaste paulatino no obstante las citadas coincidencias; por ejemplo la reorientación que el nuevo México pueda dar (el México de AMLO, que comienza el día de hoy), y que dibuje la trayectoria del nuevo T-MEC, derivado del USMCA.
Está la muy significativa condición podrida de la actualidad en términos de las relaciones diplomáticas Estados Unidos y Venezuela, así como los nuevos rumbos que habrán de dar en sus futuros políticos Argentina y Brasil, y que entre otras cosas reorientarán la naturaleza de los vínculos diplomáticos con los estadounidenses.
La micro época actual actuará como unamini era de definiciones, y es que ello decantará parte del rumbo que las elecciones presidenciales del 2020 habrán de definir sobre qué proyecto político conviene más a los intereses de los pilares socio estructurales más importantes de los estadounidenses. La mesa está servida.