La miseria de la experiencia… ¿la muerte de la pensamiento?

Por: Armando Martínez Leal

@armandoleal71

Igual y tú, igual y yo…

igual y nadie

esclareciste lo que pensabas y te olvidaste

Igual y tú, igual y yo…

igual y nadie

te escabulliste en los sortilegios de la palabra

igual y yo, igual y tú

te birlaste en el silencio

y me olvidaste.

Nunca yo.

Este pasado 7 de julio, el periodista, Martín Caparrós publicó: “Pura cháchara”, un espacio en internet donde promete a sus lectores escribir un artículo semanal, algún video, “si se anima” u otros materiales. En su primera entrega, Caparrós nos anuncia que hace unos días abandonó el New York Times y que inicia este nuevo proyecto “…donde nadie me va a decir qué puedo escribir y qué no. Me parece que no hay nada más valioso –y, a veces, más difícil.” En la mecánica del periodismo, publicar en el NYT es estar en la cumbre. En la dinámica del mainstream sociocultural el éxito es la meta máxima de toda razonable existencia.

La modernidad es una etapa histórica que se coloca como superadora del pasado; su principio motriz es contraponerse a lo acontecido. La modernidad esta estrechamente vinculada a lo nuevo. Lo novedoso se vuelve una máquina voraz que traga de sobremanera. Caparrós abandona la cumbre del mainstream y se coloca excepcionalmente a la vanguardia. 

Los tradicionales medios de comunicación están en una profunda crisis, lugar común; es cierto, pero tal vez desde aquí se pueda entender diversas manifestaciones de una patología; la situación de los medios tradicionales, en este caso la prensa escrita y su crisis se debe a que éstos, no entendieron las nuevas exigencias de sus audiencias −lectores−, que dejaron de leer. ¿la muerte del texto? Estas nuevas audiencias ya no digieren grandes textos. El viejo dilema de la pirámide invertida y del posible espacio en una plana, ha desaparecido por un consumidor de letras que en ocasiones sólo ingiere los encabezados y tal vez las primeras líneas, la inmediatez de las letras ha llegado a tal extremo que hoy se consumen mayoritariamente imágenes, audios o videos.

La grafía ha perdido todo sentido para la masa consumidora, para esos millones de humanos que habitan a través de un teléfono, ese que les permite navegar por internet, interactuar en twitter, con los 280 caracteres, interactuar en Instagram, el espacio de las “imágenes”… las redes sociales son la manifestación clara de la intelligence, sus límites y posibilidades.

La modernidad inició su andar en un esfuerzo enciclopédico de reunir y sistematizar saberes, crear sus límites, marcar su grado de verdad equiparándolo a la cientificidad. Millones de millones de palabras se han escrito, el libro como un mamotreto era signo de legitimidad. Entre 1985 y 1986, Italo Calvino preparó un conjunto de conferencias sobre el devenir de la literatura; pero en cierto sentido, también de la escritura y por ende implica un quiebre epistemológico.

En “Seis propuestas para el próximo milenio” los retos de la insignificancia de pensar estaban ya presentes; no es que Calvino menospreciara el ejercicio −todo lo contrario, sino que, en sus conferencias para la Universidad de Harvard, estaba ya contenida de forma taxativa la sequedad del tuit. Levedad, Rapidez, Exactitud, Visibilidad, Multiplicidad y Consistencia son los nuevos derroteros del pensar; porqué leer sigue implicando develar un decir: légein, pensar es un proceso de descubrimiento, pero no de algo nuevo, sino de aquello que ya ha sido nombrado.

Leer implica re-pensar, cuando un leyente confronta la página de un libro, el blog de un autor re-coge (legere) una experiencia ya vivida y signada en el texto; leer es re-pensar, pero también recoger el pasado; la escritura es rememorar; cada letra, palabra que se constituye en una idea, invoca lo que Carl Gustav Jung señaló en el “inconsciente colectivo”, nuestros actos están significados, no sólo por la memoria inmediata del individuo, sino por el pasado total de la humanidad; es decir, en la grafía del presente están los símbolos del Neandertal.

El pensamiento se constituye de la experiencia, pensar es re-coger lo vivido, leer es re-pensar lo pensado, lo experimentado… lo dado; aquello que necesariamente pasa por el espacio de la incertidumbre, esa que se recrea en la confrontación entre el lector y el texto: el espacio de re-pensar. La miseria de la escritura es el reflejo del empobrecimiento de la experiencia; que Walter Benjamin distinguía como uno de los síntomas de la modernidad; la inmediatez hace casi imposible la reconstrucción de lo experimentado, el sujeto se abstrae de su significancia, para únicamente señalar lo vivido.

El twitter e instagram se vuelven los espacios por excelencia de la fugacidad y la reificación de la soledad de los moribundos; el empobrecimiento de la escritura, su reducción a los 280 caracteres signa el devenir de la colectividad. La anulación de la grafía en favor de la imagen vacía, con aspiraciones preciosistas, congelan la experiencia desechando su aura. El presente es absolutamente inauténtico en la medida que su punto de re-pensar ha sido vaciado, porque la escritura ya no implica el proceso de confrontación colectiva, sino el regodeo falsario de un hechizo sujeto.

En contracara, los medios tradicionales se obcecan en mantener “la lógica del rating”, como bien señala Caparrós, los consumidores de noticias sufren una anorexia de grafía, prefieren deglutir 280 caracteres, el resto probablemente les causaría bulimia. El empobrecimiento de la escritura implica el atrofiamiento del pensamiento.

Este fenómeno no es general, se da más bien en las masas consumidoras de la miseria de la experiencia. Una reducida élite se mantiene al tanto del légein al que Caparrós conmina. Una reducida élite impone lo que el resto consume: lee. Una reducida élite ha decidido condenar a la miseria del pensar al resto. El devenir de la humanidad está en peligro, como bien señaló Italo Calvino; los retos de la escritura son los del pensamiento, por ende, de la humanidad.

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