Por: Armando Martínez Leal
…mantened abiertos los ojos,
la oportunidad no se ha de repetir
Y no habléis demasiado pronto
pues la rueda gira todavía.
Bob Dylan
Allen Ginsberg en 1955, escribió “Aullido”, el poema es clave para entender su generación. En “Aullido”, Ginsberg elabora un diagnóstico de su generación y su tiempo. El poeta habla de la vida, de su existencia cotidiana, de aquello que día a día confronta, es un grito, una llamada de atención sobre el vació de su contemporaneidad. El poeta guarda silencio cuando la realidad es tal que las palabras no alcanzan para confrontar lo real. El poeta sublima y en cierto sentido apuesta por lo bello, por lo hermoso que está contenido en lo feo. Ginsberg escribió: “He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz.”
La droga puede ser en primera instancia el tema de lo ahí descrito; sin embargo, la locura es un punto de fuga frente a la catástrofe del presente. En 1955 la generación de la posguerra regresaba a los Estados Unidos, destrozados, famélicos. La experiencia humana frente a la destrucción, eliminación total, la experiencia de una generación que en términos prácticos no había confrontado la guerra se vuelva un enclave para entender esos tiempos y fundamentalmente el porvenir de una nación y de la humanidad.
Eric Hobsbawm señala que el siglo XX nació justamente con el estallido de la primera guerra mundial, para entender la centuria pasada es necesario pasar revista a los años previos al estallido de la Gran Guerra, ahí donde se encuentran encapsuladas las experiencias que marcaron el resto del siglo, la tecnologización de la vida cotidiana, la llegada del teléfono, cómo las calles fueron inundadas por los automóviles, expulsando a los transeúntes. Ahí las reflexiones de Walter Benjamin sobre el flâneur… ahí el Charlot de Charles Chaplin y los Tiempos Modernos.
Bajo la mirada de Hobsbawm, el siglo XX concluyó hace tres décadas, con la caída del Muro de Berlín, en ese sentido el siglo XXI lleva ya, treinta años de existencia. Sin embargo, puede afirmarse que apenas se está presenciando los acontecimientos que marcarán la actual centuria. La desigualdad económica, la devastación de la naturaleza, el cambio de la condición de la mujer, el cambio climático… son al menos cuatro temas que hoy emergen en la agenda mundial y que marcarán el derrotero del porvenir.
Los tiempos enmarcan a diversas generaciones que convergen en un instante: abuelos, padres, hijos… todos ellos constituyen nuestra pretérita generación; esa que presenció la Caída del Muro de Berlín, la que atestiguo el cambio tecnológico y la que nació con el Internet como una herramienta cotidiana de su devenir. Si el siglo XX concluyó en 1989, hay en la memoria de los presentes los vestigios de lo que aquello significó; fue una fiesta democrática, pero también y esto es lo fundamental: la evidencia catastrófica de lo que significó la experiencia del Socialismo real. Para algunos “teóricos” fue la anunciación del fin de la historia, para otros fue la cancelación de una esperanza para transformar el presente.
Durante cuarenta años, el mundo experimentó un cambio vertiginoso producto de la reconversión industrial, el neoliberalismo fue la falsa ideología que se colocó en el centro de la experiencia humana global. El internet es una experiencia palpable de la globalización, pero también de los mecanismos socializantes que el neoliberalismo indujo en la experiencia humana. Antes de su muerte, el escritor y semiólogo Umberto Eco, elaboró un lapidario diagnóstico de las redes sociales, como el espacio de los necios, como la palestra pública donde los imbéciles tiene derecho a decir sus imbecilidades, donde el conocimiento se relativiza al extremo de volverse información, donde la información pierde todo su sentido de realidad y se vuelve una invención, donde la intimidad es un subterfugio de la existencia, donde el humano apuesta por lo horroroso y no por lo bello, donde la rebeldía es la constancia del falsario.
Es cierto, las redes sociales, el Internet, permite la expresión de millones de voces que antes no se expresaban, en ese sentido hay una transformación que se puede caracterizar como democrática. Siguiendo con Eco, se democratiza la imbecilidad. El Internet es la hoguera de la vanidades, donde todo se banaliza, la muerte, la vida, un accidente. La impostura de los tiempos actuales cobrará un enorme costo a la experiencia colectiva, al final la atomizada sociedad, deberá regresar a la colectividad si quiere sobrevivir. Lo hermoso y lo feo son extremos que se tocan y en ese instante se pierde el pudor por lo extraño, se normaliza el crimen, la injusticia y la mentira. La anormalidad de lo normal cobra un nuevo carácter.
Nuestra generación vive el punto de quiebre, el viejo orden (Neoliberal) está muriendo y la era está pariendo un corazón. Sí, las revueltas de los pueblos en Latinoamérica, Europa, Asia, son la evidencia del nacimiento de un nuevo orden, no se sabe exactamente a dónde se irá a parar. No se sabe exactamente qué nuevo orden social, económico, político surgirá… el cambio como lo señaló Marx deberá venir de la superestructura para luego apuntalar la base. Una nueva forma de producción de la riqueza deberá emerger, una nueva forma de distribución de la riqueza deberá nacer.
El neoliberalismo dejó su huella indeleble condenando al 82 por ciento de la población mundial a la pobreza, el uno por ciento acumula una riqueza excepcional en términos históricos. La desigualdad social es el gran pendiente de nuestros tiempos, a la par es necesario dar una gigantesca batalla por el planeta. El neoliberalismo ha arrasado ecosistemas en búsqueda de la riqueza absoluta, a la postre la existencia de la tierra se vuelve inviable. Las mujeres en el mundo son asesinadas, algunas como en México de manera impune, la contemporaneidad vive una pandemia feminicida… ellas están dando una férrea batalla por su existencia.
Sin embargo, estamos ante un punto de quiebre. Los habitantes de la contemporaneidad deben asumir los retos que les toca vivir, sino marcarán el horizonte de la destrucción del futuro. Son tiempos difíciles para estageneración, tiempos delicados, se confronta una disyuntiva histórica… o los pueblos luchan por la democracia, por modelos de desarrollo igualitarios, donde la desigualdad sea eliminada, donde la acumulación de la riqueza sea modificada o se estaráen las postrimerías de un cataclismo.
Cada pueblo, cada comunidad, cada individuo debe asumir el reto histórico que le toca vivir, dejar de ser un observador de su tiempo y asumir su desafío. La disyuntiva histórica es clave, el viejo orden neoliberal lucha encarnecidamente por mantenerse, quiere seguir eliminando seres, quiere seguir exterminando a la naturaleza, detrás del GOLPE DE ESTADO en Bolivia está el signo de la exterminadora batalla. Las mujeres y varones que habitan el presente deben marcar el tiempo, luchar por mantener los cambios, luchar por terminar de derrocar al antiguo orden. Estamos ante la disyuntiva de ver fenecer al neoliberalismo o ante la crónica de nuestra aniquilación. Los chilenos marchan, los bolivianos marchan, los colombianos, los catalanes… todos tenemos que marchar, luchar. Nuestra generación debe ser famélica, delirante en la revuelta…