La “Corte de los Milagros” en tiempos de AMLO

Por Luis Carlos Rodríguez González/The Exodo

Desde las 5 de la mañana desde hace por lo menos una semana el éxodo de desempleados, jubilados, enfermos, amas de casa, jóvenes y profesionistas realiza el ritual frente a lo que fue la casa de campaña y ahora son las oficinas del gobierno de transición de Andrés Manuel López Obrador en la Colonia Roma.

Venidos de diversas regiones del país se apersonan en la reja de la casona del pintada de rojo y blanco de la calle de Chihuahua. Bajo el brazo el folder ya arrugado por el ajetreo y el sudor por las interminables horas de espera.

Dentro de los mismos están las cartas de felicitación, de peticiones, los currículums vitae, las historias de vida, la narrativa de las tragedias personales, lo mismo por la urgencia de una operación, de un trasplante, que la pérdida de un brazo.

En las viejas pero firmes rejas de la casa de la época porfiriana, personal de seguridad privada poner orden. Sólo entran los que tienen cita, los empresarios de los medios de comunicación, los nombrados secretarios de gabinete como un Marcelo Ebrard, los ganadores del efecto AMLO como Layda Sansores y su cabellera naranja, el líder del casi extinto Partido Encuentro Social, Hugo Erick Flores.

Afuera la romería, la búsqueda de un baño por parte de una mujer que llegó con su hijo desde Guerrero y a quien dice le cortaron un brazo por negarse a ser parte de un grupo delictivo. Junto de ella un hombre regordete, de unos 70 años, con una gorra de la UNAM. “Yo no quiero venderle nada a López Obrador, sólo que me contrate para diseñar su programa de seguridad personal. Eso me preocupa mucho”.

Otra maestra, quien dice es editora de libros, entregó a los infranqueables vigilantes un documento donde propone al virtual mandatario un rediseño en los contenidos de los actuales libros de texto gratuito. “Los actuales son asco, los diseño un argentino y hay que cambiarlos”, señala la mujer rubia de unos 60 años de edad.

Otros sólo quieren el saludo a través del cristal del Jetta blanco por parte del político tabasqueño, en el mejor de los casos una selfie. La doña de pants de 64 años pero con aire juvenil que se pasea como leona enjaulada por la banqueta frente a la casona casi presidencial.

Esperó cinco horas para la fotografía con López Obrador. Empujó a reporteras que le estorbaban, mentó madres y al final se abalanzó sobre vehículo que se detuvo un momento. El vidrio bajo para la gráfica deseada. Al final el marido de la fan del tabasqueño tomó mal la foto. Una retahíla de groserías para el cónyuge por su impericia fotográfica.

También ahí están siete jóvenes egresados de la universidad. No dicen de cuál pero  tímidamente se acercan a la reja. No conocen el protocolo y preguntan si pueden hablar con el virtual presidente. Los guardias los batean en 30 segundos. Ni siquiera les reciben los currículums.

Ahí está en pleno verano poselectoral esta especie de “Corte de los Milagros” en La Roma. Es  como la que existió en París medieval. Pero aquí no hay quien finge ser discapacitado, ciego o enfermo para conseguir una prebenda, un apoyo o un trabajo. Son las huestes del tabasqueño que buscan a veces con una especie de idolatría la selfie o el saludo. La mayor parte de las veces el apoyo para la operación, la medicina, un trabajo para sobrevivir. Tal Cual.

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