Por: Armando Martínez Leal
No solamente soñamos los curanderos;
los enfermos también sueñan.
En realidad todos soñamos
los sueños que nos mandan
Nuestros Padres
Fernando Benítez
Novelista, cuentista, guionista… narrador de historias, constructor de espacios simbólicos, fotógrafo, montañista, padre, esposo, intelectual, sayulense, jalisciense. El 7 de enero se cumplen 33 años del fallecimiento de una de las mentes más misteriosas de la historia de la literatura contemporánea. Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno… JUAN RULFO con dos libros a cuestas: “El llano en llamas” (1953) y “Pedro Páramo” (1955). Recientemente se conmemoró el centenario de su nacimiento. RULFO fue miembro de la generación post-revolucionaria, llegó al mundo cuando la Constitución de 1917 estaba terminada; su obra es el receptáculo del México olvidado, del eternamente miserable, de aquel que por generaciones hereda pobreza y hambruna.
Su labor hecha luz sobre las brumas de aquello que el discurso oficial ha silenciado, ser indígena no tiene nada de glamoroso. Frente a la visión folklorista del indígena, RULFO pone voz a la miseria, la recepción de su obra en 1953, descrita a través de las palabras de críticos y lectores lo señalaba como narrador excepcional, recrea admirablemente el lenguaje campesino con nuevas técnicas, su temática es vigorosa, auténtica, crítica y todo con una increíble economía de medios y una rara poesía.
Lo sórdido de sus cuentos coloca a RULFO a la vanguardia del neorrealismo mexicano. RULFO en los hechos abandona la visión paternalista priista del indígena, del campesino para reflejarlo en toda su crudeza, no hay mediaciones, habla la miseria en primera persona… una miseria que se ve, se escucha; una miseria que desarraiga pero prende, se anida en territorios milenariamente pobres, donde se despierta y se duerme con hambre, se hereda el hambre; es el legado que nadie quiere… ¡pero te chingas! te pertenece, históricamente te pertenece… la miseria que se escucha en el ladrido de los perros, que son a la vez la esperanza de que se ha llegado a ese extraño sitio donde posiblemente encontrar el arraigo… la muerte.
A los 33 años, rompiendo la tradición, JUAN RULFOpublica “El llano en llamas”, tal vez para birlarse del destino manifiesto, de ese padre que a los treinta huía, y en ese intento de escabullirse fue asesinado, como el tío, como el otro o tío… como el OTRO, como al abuelo que fue colgado de los dedos gordos. Todos, “…todosmorían a los treinta y tres años. Pero Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno… JUAN RULFO con dos libros publicados, embromó a la muerte para consumarla a los casi setenta años.
RULFO también evadió la tradición intelectual, aquella que marcaba que era necesario ser parte de un grupo, militar en una causa para poder ser publicado, ser leído, ser parte de un grupo para recibir el mecenazgo. Sin embargo, en 1952 obtiene una beca del Centro Mexicano de Escritores, que funda la estadounidense Margaret Shedd, la cual le permite renunciar a la empresa de neumáticos donde laboraba, para dedicarse enteramente a la literatura.
Los viajes rulfianos abandonan el eterno discurrir por los horizontes áridos de México, para sumergirse en la palabra, ahí donde el mito se funda, ahí donde el hogar cobra un nuevo significado, ya no es el menaje y la casa la que te determina, sino las palabras, el mundo de la memoria, los antepasados, las tumbas, los muertos… los vivos que están muertos. RULFO no fue miembro de ATENEO alguno, ni CONTEMPORÁNEO, tampoco tuvo NEXOS con PLURAL… o estuvo presente en VUELTA, fue un escritor independiente.
En el tropo rulfiano, el indígena no está presente y lo está… es el campesino, el miserable… No son los huicholes (wixárikas), los nahuas, purépechas, mixtecos o los otomíes, no están ahí en su condición étnica, sino consustancialmente en su habitar la miseria. RULFO como ELENA GARRO muestran la otra cara de la Revolución mexicana de 1910. A ELENA GARRO comoa RULFO les toca la guerra Cristera, la rebelión de la derecha y su ejército de Cristo salvador… es la resistencia del antiguo régimen a perder sus privilegios… la resistencia del cura que se mezcla con la del hacendado, es la resistencia del beato creyente que se combina con la del cacique.
Los caminos se llenan de colgados, había muertos, decenas de muertos, la muerte rondaba el nuevo orden, es como si la revolución no hubiera concluido, es como si el nuevo orden constitucional no hubiera llegado. Y la revolución no había acabado, como tampoco la constitución había tocado. En el subtexto de: “EL LLANO EN LLAMAS”, en esa realidad sin mediaciones, México, ese México de la provincia, del mariachi y del tequila es virginalmente horripilante, donde todo va de mal en peor, donde el sol y la niebla se levantan despacio, donde la tristeza se tarda en irse… y en el justo instante en que ello sucede una tormenta inunda las calles y la tristeza vuelve, porque se ha apoderado de nosotros. La miseria rulfiana no sólo consiste en el hambre, en las peores condiciones de vida, sino en esa tristeza propia de los pobres, donde la miseria ha detenido el tiempo, los relojes se paran y el sol tarda en llegar, casi no hay tiempo para que caliente y la niebla se levanta muy despacio. El tiempo de la provincia es el tiempo de la miseria. El tiempo rulfiano es el tiempo de la provincia.
RULFO desnuda la realidad. Encueros el amor, la muerte, el hambre, la esperanza y la violencia son reflejadas. RULFO desnuda las palabras porque se han llenado de artilugios que impiden que se escuche la realidad. Que se escuche cómo la revolución mexicana de 1910 traicionó a los campesinos, los condenó a las zonas de desastre, a montes despoblados, áridos, infértiles… a espacios donde los muertos pesan más que los vivos… los campesinos viven para morir, habitan la tristeza. Los poblados y los personajes rulfianos son la imagen pura del desconsuelo, pero como en el revire kafkiano en el anverso de la catástrofe está contenida la esperanza.
En aquellas barracas, camino a Luvina suben los sueños… Luvina la cuesta de la Piedra Cruda, donde “…los días son tan fríos como las noches y el rocío se cuaja en el cielo antes que llegue a caer sobre la tierra.” Aquí habitan los sueños, en esta miserable quietud la palabra recobra su antiguo significado. Los “interpretes” de la obra rulfiana, exégetas, señalan que RULFO hace hablar a los pobres, la pobreza toma la palabra, se agrega además que es una innovación literaria. JUAN RULFO escribió de lo que conocía, de aquel saber que con una asombrosa paciencia forjó en la observación atenta; una de las tantas cosas que RULFO aporta a la literatura es que no ve a la realidad con prejuicios, tampoco se vuelve un militante de la liberación y del folklore. RULFO escribe con sangre, esa que nos lleva a un viaje, casi confesional, donde reconocemos el mundo, donde habitamos un fragmento de un universo que es y no imaginario… se trata más bien de un horizonte simbólico que renueva la esperanza en el HUMANO DEMASIADO HUMANO.