Por Víctor Del Real Muñoz
Al margen de legítimas simpatías políticas e ideológicas que cada uno tenga, está claro que en el mundo actual de singular caos cualquier estrategia que abone a relajar las velocidades de la exaltación de la vida cotidiana es de especial ayuda. Es increíble que esto se tenga que observar en la plenitud de la era de la información y la alta gama tecnológica. Qué linda ironía.
Por un lado, es pertinente que se garantice que, en los distintos niveles educativos se mantengan los contenidos de estudio de las líneas filosóficas que han constituido la base del pensamiento, por lo menos en occidente, ya que hoy pareciera que las nuevas generaciones yacen relativamente dispersas ante el acontecer político y socio estructural por falta de recursos básicos que ayuden o privilegien su análisis desde una perspectiva más profunda y consistente.
Lo anterior, me queda claro, es posible visualizarlo desde la arena política que se da en redes sociales, donde hay demasiada víscera invertida en el legítimo pronunciamiento de las voces ciudadanas en cuanto a sus percepciones políticas, pero poca discusión de calidad, y muchas veces, a causa de pocas herramientas analíticas y poca formación inicial, desde una base sólida, que incluye estudios elementales pero serios al mismo tiempo de filosofía.
Por otro lado, es necesario, sin lugar a dudas, que la meditación se impulse como herramienta gloriosa de descanso mental y emocional, ante un mundo vertiginoso que no provee espacios de vacío en su andar cotidiano, ya que un rasgo de la posmodernidad es la intención de lograr la felicidad a través del excesivo ruido, del caos extremo, de las respuestas rápidas y los derroteros muy instantáneos.
La meditación, incluso como herramienta política, puede proveer de soluciones terapéuticas y médicas que abatan problemas de salud emocional e incluso hasta físico, en la medida en que contiene estrategias absolutamente probadas por la ciencia oficial para relajar la mente, aclarar los horizontes, abrir el pensamiento de forma multidimensional, relajar los rasgos reactivos de las personas en su interacción con la sociedad y colaborar en aspectos de tolerancia y respeto.
Sin duda alguna, en el estudio de la filosofía y la meditación tenemos dos caminos seguros hacia la armonía colectiva, abonando con alternativas muy importantes, un ambiente ciudadano adecuado, holístico, saludable y fresco, además de cuántico y rico culturalmente.
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