Estados Unidos y el regreso a la economía real

Por Víctor Manuel Del Real Muñoz

Está claro que luego de casi un año y medio del periodo presidencial de Donald Trump en Estados Unidos coexisten muchos elementos políticos y simbolismos de gobierno de los cuales pudiéramos distinguir una focalización permanente en el fortalecimiento de los sectores de la economía real más importantes, que han conllevado a reorientar el flujo de la política económica en general y particularmente de las medidas fiscales, monetarias, comerciales (con todo y renegociaciones), e inclusive las políticas migratorias.

Lo anterior también acompañado de algunos cambios de índole ideológico, por cierto, al interior del aparato público y muchos sectores de la sociedad norteamericana.

Alfredo Jalife Rahme hace una distinción interesante desde el desarrollo de una conferencia reciente en Mexicali, Baja California, en la cual argumenta que para el mundo moderno las categorías “izquierda y derecha” son ya arcaicas y poco eficientes para valorar la coyuntura moderna.

Personalmente comparto a media esa determinación teórica. En todo caso debiésemos emplear las categorías, alude el analista mexicano de origen árabe, “Globalistas y nacionalistas” como adversarios el uno contra otro, en el ruedo de la fricción coyuntural internacional. Para efectos ver este video:

 

Es interesante conjuntar las reflexiones del doctor Jalife con la valorización generalizada que uno puede hallar al momento de reflexionar sobre las políticas económicas de los países dominantes del orden internacional, y especialmente en los Estados Unidos con sus principales aliados y adversarios geopolíticos en el mundo: Gran Bretaña, Rusia e inclusive Francia.

El orden multipolar, y particularmente Estados Unidos,  en repetidas ocasiones, le anuncian al mundo que la regulación de ciertos sectores de la economía, la participación del Estado en otros tantos, la política subsidiaria, el incremento salarial y el fortalecimiento trascendental del valor trabajo así como la dinamización del ciclo real de la economía, deben ser elementos de especial importancia en la geografía económica internacional.

Se pueden olfatear ciertos tufos de carácter benefactor y de desarrollo económico denso desde las lides del gobierno estadounidense.

No es casualidad el repudio que las grandes elites pertenecientes al capital financiero internacional han hecho de políticas e iniciativas emanadas desde el Brexit británico, Donald Trump y Estados Unidos, Vladimir Putin y Rusia, así como muchas de las recientes políticas socioeconómicas de Macron en Francia, dándole fuerza política a los sectores reales de la economía, causando una distorsión del ideal de política económica que las grandes corporaciones bancarias globales quisieran tener por todo el planeta con los manuales de la eficiencia macroeconómica de corte neoclásico marginalista.

El hecho de que Donald Trump estrene programas económicos ambiciosos al interior de Estados Unidos en zonas industriales, rezagadas con la crisis económica de 2008 como Boston o Detroit, implica una serie de códigos interesantes de hacia dónde están encaminadas las políticas de saneamiento socioeconómico de las agudas crisis que direccionaron los últimos años los problemas estructurales más caóticos de Estados Unidos.

El mundo actual vive una cabal coyuntura entre las fuerzas globalizadoras (en una crisis actual muy visible) y un resurgimiento de las fuerzas progresistas, de corte nacionalista, que desde la premisas económicas más importantes hacen un reordenamiento constante y progresivo de los esquemas públicos, del mercado internacional y de las nuevas maneras de hacer política. Particularmente el eco de resonancia de estas nuevas inercias se da desde suelos estadounidenses.

El programa político de Donald Trump es la muestra global más leal de muchas de las transformaciones que la política económica internacional está suscitando.

Será también porque la economía norteamericana y Estados Unidos particularmente es el espejo más importante de la dinámica capitalista contemporánea por las implicaciones más trascendentales del devenir socioeconómico en la historia de Estados Unidos y su vínculo con el resto del mundo.

Habría que contextualizar con mayor rigor y profundidad sociológica, filosófica, ideológica y política muchos de los desafíos discursivos que Donald Trump ha lanzado en los foros y eventos internacionales más importantes de la agenda diplomática estadounidense.

Son contextos interesantes en la medida que Donald Trump mantiene una base social en las franjas y corredores obrero-patronales más importantes y amplios de la estructura social estadounidense. No es tampoco un tema menor.

En términos generales hay aceptación progresiva hacia Donald Trump desde los corredores industriales, acereros, metalúrgicos, y agropecuarios más importantes y tradicionales de los nichos del desarrollo económico norteamericano.

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