Por: Armando Leal
…hubo un autómata construido de manera tal,
que, a cada movimiento de un jugador de ajedrez,
respondía con otro, que le aseguraba el triunfo en la
partida. Un muñeco vestido de turco, con la boquilla
del narguile en la boca, estaba sentado ante el tablero
que descansaba sobre una amplia mesa. Un sistema de
espejos producía la ilusión de que todos los lados de
la mesa eran transparentes. En realidad, dentro de ella
había un enano jorobado que era un maestro en ajedrez y
que movía la mano del muñeco mediante cordeles.
En el pensamiento, uno puede imaginar un equivalente de ese mecanismo
WALTER BENJAMIN
Recientemente el escritor Rafael Lemus ha publicado “Breve historia de nuestro neoliberalismo. Poder y cultura en México” (Debate, 2021) El libro es una revisión del papel de los intelectuales en el periodo neoliberal mexicano, centrando su análisis en los grupos hegemónicos de los últimos 50 años.
La figura del Nobel, Octavio Paz es fundamental para entender el derrotero de los intelectuales y el poder, así Lemus va desde Plural, Vuelta y Nexos, revistas en torno a las cuales se agruparon los sujetos, sus “ideas” e intereses. Una de las tesis principales del texto es poner en cuestión el supuesto giro neoliberal de los intelectuales, así como su progresismo. La semilla que llevó a los grupos hegemónicos de intelectuales a ser cómplices del poder está ya presente previo a la reestructuración del capitalismo mexicano.
Para Marx, la relación entre la base y la superestructura es determinante en el entendimiento de las contradicciones históricas, así primero se dan las transformaciones en la forma de acumular la riqueza para luego modificar la superestructura (lo jurídico, político e ideológico).
En los años 70 del siglo pasado, el capitalismo entró en una crisis de acumulación que lo obligó a transformarse, generando modificaciones en la base. La reestructuración del capitalismo (1976), que de forma extremadamente violenta los gobiernos de Thatcher y Reagan impusieron socavó la organización político y social de dos de las grandes potencias mundiales.
La férrea guerra de la “Dama de hierro” contra el sindicalismo; o bien, el silencioso y ominoso embate del republicano contra miles de homosexuales y la pandemia de VIH, son solo botones del nuevo orden mundial. En América Latina destaca la dictadura pinochetista como uno de los primeros países donde se experimentaron las adecuaciones.
En un segundo momento iniciaron las reformas para adecuar el orden de derecho. En lo ideológico, el neoliberalismo ese aborto de la Modernidad decretó la muerte de las ideologías como ejercicio de afirmación hegemónica. El decreto posmoderno no solo se superpone a la muerte de Dios sino, aparentemente socava toda posibilidad de alternativas.
Han pasado 39 años desde que el primer presidente neoliberal llegó al poder en México, en esas casi cuatro décadas neoliberales el país experimentó vertiginosas y radicales transformaciones. La primera y que es la fundamental es el incremento de la desigualdad, si bien la población que se encontraba debajo de la línea de bienestar en 1982 representaba al 55% de la población; lo cierto es que, al menos 3 generaciones han heredado la pobreza.
El neoliberalismo implicó que aquellos que nacen en la pobreza permanecen en ella, no solo sus hijos, también sus nietos y bisnietos; además que el grado de pauperización se ha incrementado exponencialmente. El mexicano pobre de la contemporaneidad es mucho más pobre del de los años 80 del siglo pasado.
En oposición, el rico decreció en términos cuantitativos, pero incrementó su riqueza. En cuatro décadas de neoliberalismo hay 16 mexicanos multimillonarios, frente a 53.3 millones de personas viviendo en la pobreza.
Acompañado de ello se inició el desmembramiento del Estado mexicano, ese que como señaló Arnaldo Córdova se creó en el porfiriato y se transformó en el pacto que emerge de la Revolución mexicana y la Constitución de 1917.
El neoliberalismo como señala Lemus desprecia el proceso revolucionario, no sólo por su implicación histórica formativa, la posibilidad de cambiar el orden de derecho vía las armas, si no también por su herencia en términos de valores y posibilidades. Uno de los elementos para el compromiso social del Estado mexicano lo fue el movimiento armado de 1910, como el sin número de revueltas que tuvieron lugar en la centuria pasada.
Los intelectuales mexicanos jugaron un papel determinante en la creación de ese nuevo escenario público “neutro”, pulcro, blanco y en la construcción imaginaria de la élite moderna. Para la intelectualidad mexicana, la desigualdad y la corrupción no fueron, no son un problema central, sino la modernización del país.
En ese plano, en el espacio de las ideas, de la creación de postulados que nos ayuden a entendernos; o bien, que permitan que el otro comprenda qué es esa ansiada modernidad de las élites, la intelectualidad mexicana ha sido más bien, como lo señaló don Gregorio Serser, palafrenera de otros discursos hegemónicos.
Fue, es incapaz de adecuar esas ideas, es decir, a partir de su lectura, crear un discurso que le permita legitimar el orden de las cosas. Lemus señala, que a partir del estallido zapatista (1994) el neoliberalismo renunció a crear un discurso hegemónico. ¿Renuncio por incapacidad intelectual o por desprecio a la idea misma de hegemonía?
La figura más importante de la segunda mitad del siglo pasado en el ámbito intelectual fue, es Octavio Paz, el cacique intelectual posrevolucionario; fue el Ogro egoísta quien lo mismo impulsaba o condenaba al ostracismo a cualquier mente que quisiera intervenir en el espacio público mexicano.
Octavio Paz fue el dictador de la república de las letras mexicanas, esa dictadura perfecta que tenía su eco en el cacique intelectual posrevolucionario. La ausencia de democracia no sólo es en el espacio económico-social: esas asimetrías y antagonismos que señala Lemus; también se expresa en lo político, el autoritarismo mexicano eliminaba al opositor, sea un partido político, un dirigente social o un movimiento estudiantil, sindical, campesino. Si no lo cooptaba lo eliminaba.
De igual forma se expresa en el ámbito de la república de las letras, el cacique determina el nivel de avance de los saberes, dependiendo de su grado de comprensión. Lemus señala que el Ogro egoísta rechazó la revuelta indígena encabezada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
El rechazo sin lugar a duda tiene un carácter ideológico, el neoliberal Octavio Paz no coincidía con la revolución indígena zapatista, su análisis fue racista: los pueblos originarios son incapaces de rebelarse por sí solos, hay intereses externos que los manipulan. Pero también tiene un carácter limítrofe su rechazo, la revuelta zapatista para el Ogro egoísta fue una aporía porque no la entendía, porque develaba su incapacidad intelectual para entender la realidad. Su incapacidad intelectual para recrearse.
Vuelta como señala Lemus, se convirtió en el órgano por excelencia del anticomunismo. El Ogro egoísta, fue el Carol Voitila de la república de las letras; más allá de su macartismo trasnochado encubierto de liberalismo, no pudo entender otras formas de creación de la realidad.
Theodor Wiesengrund Adorno y Max Horkheimer publicaron en 1944, un extraordinario y aporético texto: “Dialéctica de la Ilustración” donde se concentra el giro conservador de la llamada Teoría Crítica y su diagnóstico sobre el pensamiento racional y la imposibilidad de seguir teorizando. Para Adorno y Horkheimer seguir teorizando bajo el paradigma de la razón instrumental significa hacer ideología y no pensamiento.
Para la Teoría Crítica, el pensamiento tiene un papel fundamental en la construcción del orden social, comprender las contradicciones y develarlas. Sin embargo, en la modernidad es imposible hacerlo, ya que el pensamiento, sojuzgado por el poder está incapacitado para dicha tarea.
El embate es contra los totalitarismos: fascismo, nazismo, el socialismo real y la democracia liberal. Los frankfurtianos, que originalmente reinterpretarían el pensamiento marxista, que abandonan la categoría Obrero por Individuo, eran una escuela independiente del poder; sin embargo, su lectura de la modernidad es conservadora.
La “Dialéctica de la Ilustración” señala que la verdadera cara del iluminismo no es la igualdad, fraternidad y libertad, si no la desigualdad, el individualismo y el autoritarismo. Los teóricos del abismo desde el hotel de lujo no creían en la revolución, inmenso es el número de reflexiones en torno al asunto, pero la tensión con el movimiento estudiantil de 1968 los hizo víctimas de sus aporías.
La fase actual del capitalismo y del tipo de Modernidad hegemónica minó la reflexión y la posibilidad de seguir pensando el presente. El Estado neoliberal funciona como la dirección de una empresa, donde la pobreza y la riqueza son justificadas por la decisión individual y no por una mecánica de explotación.
El Ogro egoísta despreciaba toda posibilidad de construcción de alternativas a la realidad imperante, como buen neoliberal creía en el destino como un espacio inmodificable. Es imposible salirse de la globalización, es inimaginable la escritura alterna de una realidad, más si es morena, si no habla español y si apela al pasado como reformulación del presente.
Un pasado derrotado, negado. Un pasado donde el contenido hegemónico neoliberal no ha penetrado, ya que solo se ha dedicado a los triunfadores y no a los derrotados. “Breve historia de nuestro neoliberalismo. Poder y cultura en México” devela la miseria de la intelectualidad mexicana.
La figura de Octavio Paz, como mónada, devela sus ineficiencias y corruptibilidad, las élites intelectuales mexicanas han velado por décadas que son putas baratas que se venden como primer mundistas, sin saber siquiera qué es el primer mundo, qué es ese oscuro deseo que anhelan y que los retrotrae, no al pasado sino al norte del continente. Su idea de la Modernidad se resume en Ronald Mcdonald.
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