Visiones muy serias del mainstreamacadémico internacional, así como del periodismo libre y de la dirección de movimientos obreros al interior de China y Estados Unidos hacen referencia de que los diferentes gobiernos neoliberales, de fuertes convicciones globalizadoras financieristas en el mundo, y particularmente el Gobierno de Estados Unidos en la época de Bill Clinton, incentivó las bases para que China diera saltos agigantados en materia tecnológica, comercial, productiva e industrial.
Para la actualidad, al margen de las desigualdades y el nivel de inequidad social de aquel país, le hacen despuntar como potencia hegemónica, en claro frente opositor y vencedor frente a la actualidad hegemónica de Estados Unidos.
Muchas de estas voces hacen referencia de que el error a largo plazo que desde la década de los noventa países como Estados Unidos y el resto de naciones dominantes de occidente cometieron.
Fue, en cierta medida, tratar de dominar el escenario económico y comercial chino con el traslado de las fábricas e inercias productivas y comerciales a ese país, aprovechando los bajos costos de producción y mano de obra de esa nación, además con la firme intención de imponer en aquel país un modelo de occidentalización de la vida, haciendo referencia además de una muestra más de la debacle y de todo indicio de prototipo de socialismo por el recién fresco derrumbe del modelo soviético y la caída del Muro de Berlín.
No tomaron en cuenta que a pesar del eterno y hasta permanente desafío de las autoridades chinas a los esquemas de la política occidental, como la vida en democracia por citar algún ejemplo.
Los valores de la política estadounidense permeados por la influencia francesa de antaño, China podría reconfigurar su modelo social y económico de manera bastante inédita, con valores sociales y políticos propios de su estructuración incluso milenario y colonial presentes en la actualidad, pero con un modelo de economía de mercado amplio, pujante, dinámico, vital y sobre todo encaminado a liberar el mercado sin dejar de regularlo en otros frentes.
Nunca pronosticaron en occidente, y particularmente en Estados Unidos que el tamaño de economía que China alcanzaría daría para matizar, reconfigurar, reordenar y estructurar sin la necesidad de ceñirse a un solo modelo o esquema.
¿Será que el maremoto nacionalista de Donald Trump y el resurgimiento del supremacismo blanco estadounidense es una contestación a las aspiraciones neoliberales de desregulación de los intereses económicos chinos en el mundo, matizados con un Capitalismo vertical de Estado (léase, un falso nacionalismo en China)?
No sería absurdo plantearse la idea de que China pueda ser una salida de escape para muchos capitales que en la actualidad yacen encerrados y nuevamente regulados por las tasas impositivas y las políticas intervencionistas de países que han regresado o están por regresar a la vieja guardia del nacionalismo con tinteskeynessianos y de Estado del bienestar.
Esta situación, de amplias repercusiones geopolíticas en torno a la recomposición del nuevo orden internacional, y al parecer de cimientos que encerraron serias contradicciones y errores de carácter geoestratégicos del Gobierno estadounidense y de occidente hace dos décadas, es también una muestra más de las serias contradicciones con que opera el capitalismo mundial como modo económico, con todo y su bagaje de valores democráticos, políticos, morales, éticos y de diplomacia.
Este, sin duda, es un sistema falso por excelencia.
El reto para las autoridades estadounidenses, sobre todo en materia económico, será contrarrestar las ventajosas, bondadosas y seductoras ofertas internacionales que la naciente, pero progresiva y cada vez más poderosa hegemonía china construye en el mundo con sus rutas de la seda para darle salida a todos los excedentes de producción y distribución de bienes y servicios a precios dumping (precios naturalmente bajos) así como la disposición de sus amplios corredores industriales, tecnológicos y comerciales para incentivar la inversión extranjera, mucha de ella por cierto, de nacionalidad estadounidense.
No está de más aludir a que muchas de las compañías globales, de presencia mundial en el mercado de la tecnología, del deporte, de la ciencia, de la industria aeroespacial, de la salud, de lo artificial, de la industria pesada, de la minería industrializada y de otras más, de nacionalidad estadounidense está presente en los patios de producción chinos con mano de obra china.
China ha sabido aprovechar ventajas comparativas, estratégicas y potencialidad de su terreno y de su mano de obra (subordinada y obligada a remunerarse en una escala salarial bastante baja), pero que ha servido en el terreno de la hegemonía y el liderazgo global (geopolítica pura) para establecerse como un dragón que tiene intereses de superpotencia planetaria. Seguramente en la actualidad coexiste un diagnóstico más claro desde Estados Unidos.