Por Guillermo Torres
Seguramente los motivos geopolíticos estratégicos pueden ser varios para que la ultra derecha en Bolivia, como lo han venido haciendo, intentando en Venezuela; por medio de gerentes mal improvisados e impuestos a gobiernos democráticamente electos; y sus causas y reivindicaciones sociales, populares.
Aunque llama la atención que coincide que la reserva de litio en Bolivia es algo de proporciones mayores, como es el caso del uranio en Chiapas. Pero muy en particular claro, un golpe frontal en contra de un gobierno que en principio reivindicó a Bolivia como un estado pluriétnico y multinacional, lo que significa una apertura y universalidad humanista, tan extensa como la de los pueblos originarios de la hoy América Latina.
Es decir, estamos ante un escenario que plantea el modo de ser y de pensar de los más primeros de esta Tierra. Con su cosmogonía y visión del mundo y del menester político, Evo Morales representa no solamente al indígena boliviano, sino es la reivindicación de un proyecto político social, planteado desde las entrañas de eso que de manera dispersa muchos tecnócratas les da por llamarle “usos y costumbres” que en realidad son cuestiones de idiosincrasia que van más allá de un mero uso y costumbre.
Es interesante reflexionar en el hito histórico que representa Bolivia en la historia de la izquierda y del mundo por supuesto, que en los años sesenta faltó ese ingrediente ideológico y orgánico del modo antiguo de estos lares, mismo que ahora Evo Morales ha puesto en práctica y reivindicando de facto electo democráticamente con su Pueblo.
Así de peligroso para los intereses Neoliberales de la oligarquía que encabeza a escala global una guerra en contra de la humanidad, que pretende desfigurar cualquier rasgo cultural identitario que fortalezca pueblos, democracias y soberanías.
Con más razón si esto se traduce en propuestas alternativas que revolucionen socialmente una izquierda nueva, emergente en Latinoamérica; con puntos interesantes de coincidencia e inflexión entre lo practicado en Bolivia y lo planteado en México hace ya años por el movimiento zapatista.
Un simple paralelismo en cuanto a la construcción colectiva de un nuevo tejido social en base a los preceptos éticos y morales de ese antiguo modo de los pueblos indígenas; la inclusión participativa de los mismos en un proyecto nacional, que ubique en su justa dimensión la construcción plural de un estado como lo ha consolidado Bolivia y ahora se pretende tirar todo ello.
Es ahí ese paralelismo del que se habla en planteamientos similares en México en movimientos sociales, vanguardistas a no dudarlo; y si bien pueden haber tenido en el camino pérdida de fuerza o enfoque en algunos temas que mediáticamente le dieran más impacto en la opinión pública.
También es cierto que han trabajado en sus comunidades, el proyecto alternativo que plantean y con resultados muy positivos; pero claro, de eso tampoco se habla en los medios al servicio del latrocinio.
A todo esto seguramente que la lección más grande que nos empiezan a dar de manera objetiva, comprobable y medible los pueblos indígenas de la otrora Mesoamérica, como proyecto antropológicamente validado.
Es que todo lo que reivindican es perfectamente practicable en el mundo contemporáneo, dejando así algunas hipótesis y teorías históricas en un tipo de letargo mítico; un proyecto de tal calado y envergadura pone en riesgo incluso otros mitos sociales, por supuesto políticos y a no dudarlo, religiosos.
Que hoy en día como hace cientos de años a lo largo de miles de ellos en la historia de la humanidad; ha prevalecido la validación y legalización de la violencia y el genocidio como vía para mantener el orden y la paz, así como salvaguardar la justicia de los países o naciones democráticos.
De entre tantos mitos que pudieran citarse por seguro en esta etapa del Fin de la Historia resulta aún muy riesgoso el libre pensamiento.
Como dato curioso se puede mencionar también es que de algunos documentos inéditos de Ernesto Guevara de la Serna, en la búsqueda de dónde continuar consolidando su lucha, él descarta México por la tóxica cercanía e influencia de las elucubraciones de la CÍA y el Pentágono, es por ello que acude a Bolivia, con la idea de que ese ingrediente idiosincrático se complementara con su lucha, no siendo así.
Y es hasta que sale a la luz la lucha zapatista, cuando de manera coincidente, a causa de los rasgos que mencionamos, se vuelven a plantear estos términos. Todo ello en un proceso espiral que tiene su más amplia manifestación y expresión en el caso de Bolivia en los últimos años.
Justo hace una semana en la nota anterior, se mencionaba el caso de Bolivia como un referente importante en el proceso de revolución social y de conciencias que se extiende por toda América Latina, que representa Bolivia.
Y del complemento tan importante que representa México, es el punto de reflexión más importante, ya que, dado el Golpe de Estado en Bolivia, es una elocuencia muy clara la de Washington.
Por lo que antes de esperar que el Gobierno de México haga o no lo correcto a nuestro juicio como ciudadanos, debe tener todo nuestro respaldo y ejercicio ciudadano para reivindicar las causas más justas.
Ese es el paso que se esperaba de México antes que otros países latinoamericanos, que reivindicara de facto un planteamiento alternativo, y ni siquiera teniendo un gobierno legítimo con ese enfoque propicio, lo está haciendo.
Esperemos que este sea un acicate a la conciencia del modo que tenemos de hacer política de manera general en México, una cultura política que deja mucho que desear.
Claro hablando de la derecha, es un tema inacabable, pero hablando de los puntos coincidentes entre todas las luchas progresistas que pueden hacer unidad y sinergia en un momento dado con tal contundencia que termine de validar y reivindicar de manera interesante un gobierno que represente a la izquierda, pero sobre todo una izquierda que respalde a su gobierno y reivindique de facto lo que en el protocolo intente la derecha hacer mella por todas las vías, sobre todo mediáticamente para deslegitimar y desestabilizar a toda costa.
Hoy México necesita una militancia de izquierda que se comporte a la altura de las circunstancias del momento histórico y patriótico que se vive hoy en América Latina en varios países que la componen, y sin caer en la polarización y enfoques laxos de confrontación, sí que hay que apuntalar este proceso que se consolide por la misma vía pacífica, legal y con acciones concretas de convergencia.