Le bastó con un interrogatorio insidioso,
primero a él y después a la madre,
para comprobar una vez más que los síntomas del amor
son los mismos del cólera.
Gabriel García Márquez/El amor en los tiempos del cólera
Por Rivelino Rueda
Foto: Camila Rueda
“¡Tú ya sabes mi postura! Entonces como tú quieras mamacita”. El sujeto suelta la amenaza con respiración arenosa. No suelta la mano de la chica. La aprisiona como hipnotizado por el cólera del machismo rancio. No lleva cubreboca. Camina altivo y luego la envuelve con los brazos, jala la cabeza de la mujer hacia adelante e intenta meter la lengua su boca.
La pandemia ronda rincones y esquinas de calles y parques solitarios. La curva epidemiológica no se mide ni en besos ni en violencias. El amor tóxico, el amor romántico o el amor a secas no saben de pestes, de virus, de sanitización, de geles, de contagios, de infecciones, de cuarentenas… De fiebres sí. De esas sabe mucho.
Sol y Nacho no respiran. Sobra la saliva, la espuma viscosa en las comisuras de los labios, la fiebre punzante. Aquí no hay espacio para contingencias, para crisis epidemiológicas, para miedos e histerias.
Es la rabia de lo efímero, mas no el flagelo de lo eterno, de lo etéreo. Es un paso al precipicio. Un volado. Un águila o sol. Un juego de azar. Las canicas de la feria.
Es el deseo por encima de la responsabilidad. La partida a ciegas. La carta del “diablito” en la lotería. La peste recorriendo un cuerpo de temblores. Es Carlos y Vicente en la banca del parque. Es Mona y Sofi en el café del barrio. Es el encierro silencioso de dos.
Los estacionamientos de los hoteles de paso hablan de otra crisis. Los sudores allá adentro. Los fluidos aromáticos. El roce bíblico de dos cuerpos. La peste aquí y allá. Es el pico de la pandemia. La Fase Dos. Las horas del contagio comunitario. La histeria colectiva. Son momentos de jugarse la vida. Del dardo y los globos. Del tiro al blanco. Del todo o nada.
“Volar liviano produce alegría, volar a la deriva es angustiante. El cambio es embriagador, la volatilidad es preocupante. ¿La insoportable levedad del sexo?” Es Zygmunt Bauman en Amor Líquido. Es la peste en ciernes. Es la curva epidemiológica o la necesidad permanente del otro. Punto.
Lidia y Fernando optan por despojarse de los cubrebocas. Estorban. Sofocan. Provocan vértigos en la canícula de la pandemia. Las telas blancas las arrojan al piso.
El Covid-19 es un bicho insignificante ante la enfermedad de todos los tiempos, la más dolorosa, la incurable, la que todo lo puede…