Por Marco Jiménez
Foto: Mónica Loya
En una plática que tenía en la semana con una persona mayor que yo, me decía una frase que es muy común: “ahora le toca a los jóvenes”.
Casi todos hemos oído estas palabras. Se refieren a tener un país mejor, tanto para los jóvenes como para los no tan jóvenes y para las generaciones venideras.
Sin embargo, y pensándolo detalladamente, es una frase con carga de responsabilidad muy grande para un joven, un alivio para la persona que lo dijo y, hasta cierto punto, la cesión unilateral de esa carga histórica.
Tal vez han pasado generaciones enteras que han oído esta frase, y si hacemos un recuento histórico no ha cambiado mucho el país. Se han dado pequeños pasos y hay muchos otros que hemos retrocedido como sociedad. Algunos de estos son el Movimiento Estudiantil de 1968, donde los estudiantes fueron acribillados por el Ejército sólo por manifestar sus ideas, su ímpetu y el cambio que como juventud requerían en ese momento.
Muchos de los sobrevivientes ahora son abuelos, incluso otros se dedican a la política y algunos han muerto. Fue una generación que no pudo hacer más por su país y que la reprensión pudo contener.
Actualmente hay 39 millones de jóvenes entre los 12 y 29 años, de los cuales 44.3 por ciento vive en situación de pobreza y un 60 por ciento cuenta con empleos informales, según un estudio de Antonio Pérez Islas, investigador de la UNAM. Ante esto me pregunto:
¿Qué hicieron las generaciones anteriores para que el país tenga esta cifra de pobreza y de desempleo? ¿Cuál es la edad promedio de los mandatarios en el gobierno? ¿Esos mandatarios tienen la capacidad intelectual para llevar las riendas del país?
Con estas preguntas me refiero, por ejemplo, a la actual administración. La mayoría del gabinete de la llamada Cuarta Transformación son personas de más de 60 años, los cuales tal vez ni siquiera tienen ideas actualizadas. Incluso me atrevería a decir que son personas que no saben manejar las redes sociales y es más notable con nuestro presidente cuando usa los términos conservador y liberal, que son conceptos propios del siglo XIX.
Este tipo de gabinetes y líderes en general se han visto en la historia de México, y los hace ignorantes y con ideas retrogradas sobre la actualidad de la juventud de nuestro país.
Tan es así que ahora se lucha por derechos del aborto, cuando este tema debió haber sido legislado a principios de este siglo. Cada periodo sexenal es un retroceso a las necesidades de la juventud y de la población en general. Estos hechos han debilitado el desarrollo y progreso que se pudo tener en México en la década de los sesenta y que menguaron una de las fuerzas laborales más importantes en este país y que no se presentó hasta nuestros días.
Actualmente hay una generación, nuestra generación, que se está destruyendo por diferentes factores sociales y que no está capacitada y mucho menos es valorada para sacar el mejor de los provechos que puede tener México, como el desarrollo, cultura, ciencia, educación, etc.
Esta fuerza es tan grande que podría tardar otros 50 años en que se vuelva a dar una generación de jóvenes tan grande como la actual y así tener la oportunidad de crecer y desarrollarse en todas las áreas que se quieran.
Sin embargo, parece que no se está haciendo mucho para explotar este recurso no renovable y tal vez en 50 años, si estamos vivos, le diremos a esa generación: “ahora le toca a los jóvenes”.