Estamos viendo en tiempo real cómo Putin le dobla la mano a Washington
Por Jorge Eduardo Jiménez
Estamos viviendo tiempos brillantes en lo que respecta a la circulación de información. Hoy en día, cualquier observador de la política mundial puede tener acceso, «en tiempo real», a materiales que permiten seguir casi paso a paso, acontecimientos que en un futuro, estarán en los libros de historia, si es que en el futuro va a haber libros, historia y en suma, humanidad.
Cuando un ciudadano del mundo, común y corriente, a finales de los años 30, quería conocer con alguna amplitud, los acontecimientos que llevaron a la Segunda Guerra Mundial, tenía que conformarse con leer los periódicos de su ciudad. En cambio hoy, tenemos acceso a 20, 30, 40 versiones de lo que está ocurriendo. Eso no quiere decir que estemos siquiera cerca de conocer la verdad tras los acontecimientos, pero por lo menos hay material en abundancia para analizar, criticar e interpretar.
Sí, son tiempos brillantes para la circulación de información, pero los tiempos no son tan brillantes para la humanidad. Las cosas no lucen bien, en definitiva.
Por lo que se puede observar en las redes sociales, a ojo de buen cubero, menos del 50% de las personas, y estoy siendo optimista, vive con algún pendiente sobre ciertos asuntos geopolíticos que están transcurriendo a la vista de todos. Sí, casi todos los habitantes del planeta miran hacia otro lado, a sus múltiples preocupaciones e intereses.
Pero están ocurriendo cosas que deberían importarnos a todos los habitantes de la Tierra.
EE.UU. Y RUSIA ESTÁN JUGANDO CON FUEGO
Estamos siendo testigos de cómo una potencia mundial, EE.UU., o mejor dicho, la élite, político-militar-financiera de esa potencia, busca por muchos medios decidir cómo deben conducirse, en términos de geopolítica, de política económica y de política de defensa, las sociedades de prácticamente todo el planeta.
Dirán los lectores que no estoy diciendo nada nuevo. En efecto, no es nada nuevo. Estamos viendo a Roma tratando de imponer su ley y su visión del mundo al planeta entero conocido; estamos viendo a Napoleón buscando dominar Europa y después al mundo; estamos viendo a Hitler amasando más y más poder, hacia el desquiciado sueño de sojuzgar la Tierra.
El ser humano, una vez degustado el poder, –y la riqueza y prestigio que éste promete– no se detiene hasta perderse en el delirio. Esto está ocurriendo con la élite que domina a Washington.
Pero nada puede durar por siempre. Roma se topó con los pueblos germánicos del norte, que poco a poco fragmentaron y destrozaron su poder imperial –no su legado cultural– ; Napoleón se topó con Rusia y regresó a Occidente derrotado, y lo mismo le ocurrió a Hitler tras atacar de nuevo a Rusia, desangrar su aparato bélico y ser acabado a la postre, por los enemigos que lo rodeaban.
EE.UU. y la Unión Soviética, los ganadores de la Segunda Guerra Mundial, se repartieron la influencia mundial durante décadas. Luego vino la disolución del imperio soviético; pero Rusia siguió ahí.
Desde la caída de la URSS en 1991, pasando por el 11 de septiembre de 2001 y hasta entrado el año 2015, EE.UU. hizo lo que quiso por el mundo; en muchos países suficientemente débiles como para oponer resistencia. Pero a partir de un año atrás, desde septiembre de 2015, las cosas han empezado a cambiar poco a poco. Y es que en aquel septiembre, hace un año, tuvo lugar la entrada bélica de Rusia en Siria.
Asistimos ahora a un verdadero espectáculo, de alta política, de intrigas, de jugadas bélicas soterradas, de propaganda, un verdadero ajedrez, que como ya dijimos, la tecnología nos permite atestiguar casi minuto a minuto. Habrá mucho que se nos escape; lo que percibimos es apenas la punta del iceberg, pero suficiente para percibir el ajedrez geopolítico que están «jugando» en estos momentos Rusia y Estados Unidos. Una pena y una tragedia que ésta no sea realmente una actividad lúdica sino altamente peligrosa, sí, para toda la humanidad. Tan sólo en Siria, desde 2011, unas 350,000 personas han muerto en la «guerra civil».
En política no es bueno para casi nadie que un ente logre amasar demasiado poder, poder absoluto; pues éste no puede conducir sino a la locura a aquel que lo detenta.
Los errores, las metidas de pata, los francos crímenes que comete un ente poderoso sólo pueden ser exhibidos y quizá remediados, por el contrapeso de otro ente poderoso. El poderoso, dejado a la libre, a lo salvaje, es capaz de convertir al mundo en el Infierno. Y eso es precisamente lo que le ha estado ocurriendo al mundo, en un proceso que lleva años: se ha estado convirtiendo en el Infierno.
EL REMEDIO PARA EL MUNDO LLEGARÁ EN FORMA DE CONFLICTO
El único remedio para un tirano absoluto es forzarlo a que comparta el poder. Pero el camino hacia esa solución puede que no sea bonito.
El presidente ruso, Vladimir Putin, con mucho menor poder global, comparativamente, que Washington, está llevando a EE.UU. a probar sus límites. Cualquier observador atento puede darse cuenta que EE.UU. se está viendo en la posición de tener que hacer algunas jugadas forzadas. Como en el ajedrez, juego en donde gana el contendiente que fuerza al oponente a hacer movimientos que no desearía hacer.
Este «juego» –en verdad un juego trágico– va a continuar, por meses y quizá por años. Quizá se está inaugurando una nueva etapa en la historia humana.
Uno desearía que el mundo entero no tuviera que voltear, uno quisiera que el mundo entero pueda seguir distraído por siempre, en otras cosas, en otros intereses. Pero si ese «juego» empieza a ponerse feo, todos, todos los habitantes del planeta vamos a voltear la mirada hacia allá.
Fin
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